La farmacia no es un comercio; el medicamento no es una mercancía y el paciente no es un consumidor. La sociedad necesita un farmacéutico que aconseje y supervise la dispensación, garantice el origen, controle psicótropicos y estupefacientes e incremente el nivel de salud pública de la población. Atender millones de consultas en las farmacias evita visitas al médico y costes de hospitalización. Las guardias no se remuneran. Para eso el farmacéutico necesita tener unos ingresos acordes con su trabajo.