Nada de mazacotes de hormigón que rompen la estética del lugar ni de materiales fríos que alejan al ser humano de su hábitat originario. Existe una nueva generación de arquitectos con unos principios muy claros y definidos: las construcciones no tienen por qué ser la antítesis de lo natural. La vida en la ciudad es posible, sí, pero no hay nada más perfecto que el propio planeta, y es por ello que las empresas constructoras deben mirar hacia él e intentar imitarlo en todo lo posible