La pobreza es en sí misma una violación flagrante de los derechos de la infancia. Es arrasadora, sobre todo cuando es extrema, puesto que arruina todos los derechos de los niños y niñas que la padecen. Es incluso capaz de llevarse por delante su derecho más básico y elemental, el de la vida. 18.000 niños menores de cinco años mueren cada día por causas que se pueden evitar, como una neumonía, una diarrea o por malaria.