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El llanto puede fortalecer los lazos: acompañar las lágrimas, propias o ajenas, refuerza la confianza y el apego seguro, especialmente en la infancia. La psicóloga Conchita Sisí, directora de la clínica Salud en mente, explica cómo el llanto ayuda al equilibrio emocional, ya que contribuye a la recuperación del estado de ánimo y a la calma fisiológica tras situaciones de estrés

El llanto no es un signo de fragilidad y, además, cumple un papel esencial en el bienestar emocional y social. 

Según la psicóloga Conchita Sisí, directora de la Clínica Salud en Mente, "las lágrimas son una respuesta natural que nos permite manifestar nuestras emociones, y además ayudan a regular las emociones, reducir el estrés y fortalecer los vínculos afectivos, especialmente desde la infancia o algo del estilo". 

Con el objetivo de desmontar los tradicionales prejuicios sociales de llorar -como debilidad o frustración- IMC Toys Global, de la mano de sus Bebés Llorones, ha puesto en marcha una campaña, 'La Revolución de los llorones', que reivindica la importancia del llanto y de una educación "más empática y consciente".

Llorar: un acto necesario para recuperar el equilibrio Numerosos estudios demuestran que llorar tras situaciones emocionales intensas permite recuperar el equilibrio afectivo y fisiológico de forma más rápida que si se reprimen las lágrimas. "Esto significa que permitirnos llorar, si se hace de manera adecuada, es una forma natural y saludable de gestionar nuestras emociones", explica la psicóloga Conchita Sisí

Desde un punto de vista neurobiológico, el llanto puede modular el sistema nervioso autónomo, activando el sistema parasimpático, asociado a la desactivación del estrés y a estados de calma. Compartir las lágrimas en un entorno de apoyo refuerza la conexión social y acelera la recuperación emocional. Por el contrario, ocultar o reprimir las lágrimas puede generar estrés sostenido y bloquear la liberación emocional, dificultando la recuperación tras conflictos o pérdidas y acumulando tensión psicológica.

Función social y apego emocional El llanto tiene también un valor social clave: comunica vulnerabilidad, invita a la empatía y genera cercanía. Expresarlo en un contexto seguro refuerza la confianza y fortalece los vínculos afectivos, tanto en la infancia como en la vida adulta. "Permitir que los niños lloren sin ser reprendidos contribuye al desarrollo de una buena competencia emocional, autoestima y resiliencia en la adultez. Los niños que crecen en un entorno de apego seguro aprenden a comunicarse efectivamente y a mantener relaciones más sanas y auténticas.", confirma Conchita Sisí.

En este sentido, la línea de juguetes Bebés Llorones, de IMC Toys Global, se inspira precisamente en este fenómeno emocional. Estos muñecos, que "lloran" y expresan emociones de manera realista, ayudan a los niños a identificar, comprender y manejar sus propias emociones mientras desarrollan empatía y habilidades sociales. Gracias a la interacción con estos juguetes, los más pequeños aprenden que llorar es natural y que expresar sentimientos contribuye a fortalecer vínculos afectivos, alineándose con las recomendaciones de expertos en psicología infantil.

Llorar no es signo de debilidad Normalizar el llanto, tanto en la infancia como en la vida adulta, no significa incentivarlo de manera gratuita, sino reconocerlo como un proceso natural y beneficioso para la salud emocional. Acompañar y validar las lágrimas, propias o ajenas, promueve el bienestar, reduce el estrés acumulado y fortalece los lazos familiares y sociales. Comprender su función y acompañarlas con sensibilidad beneficia tanto al que llora como a quienes lo rodean, consolidando vínculos afectivos y fomentando una sociedad más empática y emocionalmente consciente. 

En definitiva, llorar no es un signo de debilidad: es una estrategia natural de reparación emocional y un puente hacia relaciones más auténticas y cercanas. Reconocer y respetar esta función humana fundamental es un paso clave para promover el bienestar individual y colectivo.