Para el poeta inglés Lord Byron, el dinero es la “lámpara mágica de Aladino”, y para su homólogo, Fyodor Dostoyevski, “libertad acuñada”. Para mí, el dinero es una cosa: molesto. Las monedas tintinean en una competición con mi llavero, tengo que rebuscar muchísimo para cogerlas a la hora de pagar y, finalmente, conseguir ponerlas en cápsulas y llevarlas al banco. ¿Sigue siendo necesario esto?