Sigüenza y sus alrededores cuentan con más de medio centenar de fuentes. Una treintena de ellas se ubican en espacios naturales de extraordinaria belleza paisajística, valga de ejemplo su Pinar. Han sido testigos vivos en la evolución de los usos y las costumbres populares y hoy son portadoras de un patrimonio etnológico muy singular
Cuentan que en aquellos tiempos duros y extremos de frontera, en los que surgió la actual Sigüenza (1124), las iglesias se proyectaban para la salud del alma. La del cuerpo, a las fuentes se iba a buscar.
Con la llegada del buen tiempo, en fecha señalada o el día de una festividad especial, desde tiempos inmemoriales los seguntinos salen de paseo o de merienda, en sus bellos entornos paisajísticos, a visitar una fuente especial. Unos porque de niños (eterna infancia) ya les llevaban sus padres y abuelos, otros, porque al descubrirlas por primera vez, ya no las pudieron olvidar.
Son fuentes históricas y acogedoras, cuyo paisaje permanece inalterado en la memoria y en el presente, portadoras de un patrimonio muy especial. Que viene el día de Santa Librada, a la ermita con su fuente a merendar. Que la primavera ha ido bien de agua, a la Picardas y a la de Don Eugenio, a ver si les llega el caudal. Que aprieta el calor del verano, a la Fuente del Abanico, porque su agua fresca, abundante y pura, bien hará reconfortar.
Seguntinos y visitantes pueden disfrutar en este entorno privilegiado del placer de pasear, en calma, en paz. Llegarse a cualquiera de las fuentes, naturales, sencillas, admirables de puro ingenio (la del Mocho, los Tiemblos, el Tejar, los Chorrones, Señigo, Valdecán, etc. ) y sentir el rumor de la vida, dejándolas hablar. Si están atentos, quizás resuene el eco de las gentes que antes anduvieron por acá: el cantarero, el aguador, la lavandera, los enamorados, los amigos, los vecinos, la vida en el pasar. Después, con el cuerpo reconfortado, ya a la vuelta, aun descubrirán más.
Emergerá la marcada silueta de Sigüenza, “ciudades con perfil” las llamaba Pío Baroja, y vive Dios que aquí ese perfil está. En lo alto el Castillo de nuestros Obispos (hoy Parador Nacional); a media ladera, latiendo a campana en cada hora y a cada cuarto, el corazón de la Catedral.
Es la arquitectura añeja de tonalidades ocres, en franca comunión con estos parajes de sugerentes fuentes que envuelven la ciudad.
Es el color de una patria con el alma en piedra. Es Sigüenza, hoy ya en el camino, de ser Patrimonio de la Humanidad.
Jorge Sopeña Magaña Guía local