Es una realidad que el uso de internet y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han revolucionado por completo el modo en que las personas se relacionan e interactúan unos con otros
Los juegos online y la ropa interactiva de Mapanda son perfectos para la diversión de los más pequeños, siempre y cuando estén supervisados por los padres
Es una realidad que el uso de internet y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha revolucionado por completo el modo en que las personas se relacionan e interactúan unos con otros. Esto, además de traer consigo muchos avances, plantea algunas cuestiones derivadas de la falta de gestión de dicha tecnología. Cuando se trata de la educación de los hijos, el asunto se vuelve crucial. Un uso responsable es posible siempre y cuando se pacten unas normas y se eduque con el ejemplo.
La constante exposición de los niños a múltiples pantallas y dispositivos móviles está cambiando la forma en la que juegan, el modo en el que socializan y las actividades que ocupan su tiempo. Aún no hay certezas de si esto les repercutirá positiva o negativamente en su desarrollo, pero sí hay cifras alarmantes sobre todo relacionadas con el sedentarismo, estrechamente relacionado con esta forma de ocio. Según el coordinador del Comité de Promoción de la Salud de Asociación Española de Pediatría (AEPED) "solo el 30% de los españoles menores de 10 años cumple con las horas de deporte recomendadas al día".
Lo primero: establecer unas normas Al igual que ocurre con los dulces, se debe establecer con el juego tecnológico una serie de normas de consumo en horas y días. Tratar de acordar entre todos un plan realista y acorde a la edad de los niños. Se puede elaborar una tabla en una pizarra o en papel, usando colores e incluso marcando objetivos previos que deben cumplir para tener un rato de ocio con la tablet o el móvil. Todo puede ser un juego, incluso hacer la tabla junto a los padres permitirá disfrutar y comprometerse con lo que se escribe. Colocarlo en un sitio visible de casa para que todos puedan verlo al llegar a casa. ¿Lo más importante de todo? ¡Cumplirlo! Puede que al principio cueste más, pero hay que resistir y ser firme pues, de lo contrario, todo el trabajo realizado perderá su sentido.
¿Cuándo es buen momento para darle un móvil? Esta pregunta es realmente complicada ya que no hay una edad concreta que valga a todos los niños. Es cierto que los adolescentes tienen una gran necesidad de socialización y tienden a refugiarse en amigos de su edad más que en la familia. Sin embargo, esto no ocurre con los niños que se encuentran en el período de latencia, entre los 4 y los 11 años, ya que para ellos su vida social es la familia. Si se pone el foco en las redes sociales populares entre los más jóvenes como Tik Tok, Snapchat o Instagram, marcan su edad mínima entre los 13 y los 14 años, pero en muchos casos esto no se cumple. Con estas edades ya se tienen las habilidades necesarias para entender la dinámica de las redes sociales y, aún así, la supervisión adulta debe ser casi una obligación.
La tecnología como forma de juego Como ya se ha mencionado antes, la tecnología también ofrece nuevas posibilidades como aplicaciones y juegos educativos muy interesantes. No se trata de prohibir su uso pero sí de tomar conciencia de las consecuencias que conlleva un exceso de tecnología entre los más pequeños. En Mapanda dan rienda suelta a la creatividad y la imaginación de los más pequeños gracias a la ropa interactiva y a los múltiples juegos y manualidades para descargar, imprimir y realizar en casa desde la web. Eso sí, siempre con la supervisión de sus padres para que todo vaya bien y ayuden a gestionar y disfrutar con el juego interactivo.
Aplícate el cuento Para los hijos, los padres son un modelo constante a seguir y ya se sabe que los niños aprenden por imitación. Por lo tanto, si ellos mismos usan el móvil durante la comida, pasan demasiado tiempo frente a la pantalla y, a veces, hacen más caso de las notificaciones de su buzón de entrada que de los reclamos de sus hijos, no estarán siendo coherentes con lo que se les está tratando de enseñar. Así que si se quiere lo mejor para los hijos, y eso requiere imponer una serie de normas, hay que aplicarse el cuento e introducir medidas en la tabla que se realiza que también afecten a los padres. El juego es para todos.