La procesionaria del pino es una oruga conocida por su peligrosidad por las reacciones alérgicas graves que puede ocasionar. El equipo de Rentokil Initial, empresa especializada en el control de plagas, explica cómo se aborda el tratamiento de la oruga más temida por nuestras mascotas y cómo diferenciarla de otras especies de oruga que son inofensivas

Este año la oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) —conocida comúnmente con este nombre por su comportamiento "procesionario", ya que va una oruga tras otra en fila india— está descendiendo antes que de costumbre de los pinos como consecuencia del cambio climático. En provincias como Málaga, Zaragoza, Valencia, Madrid o Tarragona esta semana ya están trabajando sin descanso en tratamientos de distintas índoles para abordar los problemas de esta primavera anticipada, y es que la oruga procesionaria es la más problemática que se puede encontrar en la península ibérica por tratarse de una especie altamente urticante y alérgica.

Su peligrosidad radica en los miles de pelos urticantes que posee y que libera cuando se siente amenazada, por ello es tan perjudicial tanto para las personas como para los perros, a los que el contacto con estos pelos puede ocasionarles graves problemas respiratorios e incluso la necrosis en tejidos sensibles como la lengua.

Pero esta oruga procesionaria no es la única oruga que se puede encontrar en un paseo por la naturaleza, y es por esto mismo por lo que es importante saber diferenciar la oruga procesionaria de otras orugas como la oruga de los prados o la polilla arlequín.

La oruga de los prados (Ocnogyna baetica) principalmente se encuentra en el sur peninsular, ya que prefiere ambientes más secos y cálidos. Su apariencia es en tonos marrones oscuros o negros, con un pelo abundante y lanoso. Suele aparecer en otoño e invierno y se desplaza en pequeños grupos.

La polilla arlequín (Epicallia villica) prefiere zonas como praderas y matorrales, donde haya vegetación herbácea diversa. Su apariencia es negra con manchas naranjas y se suele encontrar en primavera y verano por toda la península.

Ambas son inofensivas, así que no suponen un peligro ni para las mascotas ni para los humanos. No así como la oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) que destaca por su color marrón oscuro y sus pelos anaranjados y grisáceos. Para diferenciarla bien de las otras dos lo mejor es fijarse en su comportamiento procesionario. Se encuentra en bosques de pinos, sobre todo en zonas mediterráneas con pinares, adaptándose bien a climas cálidos y templados. Se supone que, durante el invierno, estas orugas permanecen en los nidos durante el frío, pero como consecuencia del cambio climático están adelantando su descenso de las copas de los pinos, bajando en procesión al suelo. Esta etapa es la más peligrosa de su ciclo vital, ya que deambulan por la superficie hasta que encuentran un lugar que les resulte atractivo en el que enterrarse hasta el verano, cuando emergen en forma de polillas.

La oruga procesionaria no solo es perjudicial para humanos y mascotas como los perros y los gatos, sino que también es perjudicial para los bosques de pinos, ya que se alimentan de sus hojas, debilitándolos y haciéndolos más vulnerables a otras plagas o enfermedades que puedan sufrir.

Iñigo García Uriarte, responsable del Centro de Excelencia de Aves y Fitosanitarios de Rentokil Initial —empresa especializada en el control de plagas—, sostiene que "la mejor forma para acabar con la [oruga] procesionaria es implementar medidas durante todo el año para gestionar su población", ya que, "con tratamientos específicos según el momento del ciclo biológico en el que se encuentren las orugas se puede controlar de una manera mucho más efectiva esta plaga".

Si, por el contrario, no se cuenta con un abordaje general, ahora en primavera, según el momento del ciclo vital de la oruga procesionaria, lo más recomendable es "emplear trampas físicas en los árboles para capturarlas y evitar su descenso y los daños que acarrean". Como ciudadanos, lo mejor que se puede hacer es aprender a diferenciarlas para evitar el contacto con ellas y alertar al ayuntamiento competente sobre la presencia de estas orugas para que puedan contratar a profesionales que aborden el problema de raíz y que velen por la salud de todos y el bienestar de las mascotas.