Prácticas sexuales de riesgo, desinformación o patrones de desigualdad en las relaciones son algunas de las consecuencias que puede provocar la exposición a este tipo de contenidos sexuales en menores
En los últimos años, el uso de Internet se ha disparado entre los más pequeños al mismo tiempo que ha disminuido la edad media en la que tienen su primer dispositivo móvil, aumentando así el riesgo de acceder a contenidos inapropiados como la pornografía. De hecho, el último informe de Save The Children sitúa en 8 años la edad media en la que los menores empiezan a consumir este tipo de contenidos.
Por si eso fuera poco, 6 de cada 10 menores declaran haber accedido a contenidos pornográficos de algún tipo. Aunque se encuentran diferencias significativas atendiendo al sexo: el 87% de los niños afirma haber visto porno y hacerlo casi a diario frente al 39% de las niñas, quienes lo hacen una vez a la semana o al mes, de acuerdo con el último estudio sobre menores y pornografía de BBFC (British Board of Film Classification). Las cifras hablan por sí solas, a pesar de que dicho informe indique que el 75% de los padres asegura que sus hijos nunca han estado expuestos a contenidos sexuales en Internet.
En la mayoría de los casos, el principal motivo que les lleva a buscar y consumir este tipo de contenidos suele ser la falta de información por parte de los padres. De hecho, más del 50% de las familias asegura sentirse incómoda hablando de sexo con sus hijos, según una encuesta realizada por Platanomelon. Algo muy preocupante si se tiene en cuenta que, para el 30% de los menores, la pornografía es el principal recurso para aprender sobre sexualidad, de acuerdo con los datos que maneja Save The Children.
Conscientes de esta realidad, Qustodio -plataforma de seguridad y bienestar digital para familias- ha analizado las consecuencias físicas y psicológicas que puede provocar la exposición a este tipo de contenidos sexuales durante la infancia y la adolescencia:
- Prácticas sexuales de riesgo. En primera instancia, independientemente del sexo, los menores pueden tener reacciones diferentes frente a la pornografía. Hay niños y niñas que sentirán excitación sexual y otros vergüenza o incomodidad, pero, a la larga, el consumo de este tipo de contenidos puede provocar que los menores sean más proclives a tener prácticas sexuales de riesgo.
- Mayor desinformación. Esta exposición produce una distorsión de la realidad. Según el estudio Desinformación Sexual de Save The Children, el 54% de los menores varones cree que en el porno puede encontrar ideas e información para sus prácticas sexuales y más del 47% ha puesto en práctica alguna.
- Estereotipos de género y patrones de desigualdad en las relaciones. Exponerse a la pornografía a tan temprana edad va a afectar a los menores tanto en su forma de comportarse y relacionarse con los demás como en su forma de pensar. La pornografía está relacionada con las conductas que reproducen estereotipos de género y patrones de desigualdad en las relaciones ente chicas y chicos. Además, muchas adolescentes aseguran haber llevado a cabo prácticas sexuales simplemente por petición de su pareja y el 12% de los adolescentes afirma no haber tenido un consentimiento explícito por parte de ella, según el citado estudio.
- Adicción. Según el ranking de la Plataforma Ayuda al Menor, la pornografía se encuentra entre las mayores adicciones de los menores españoles, junto a las apuestas y los videojuegos. La adicción a la pornografía genera cambios en las conductas sexuales, aumentando la violencia, exigencia, cosificación de las mujeres y despersonalización. De acuerdo con un estudio de la Universitat Jaume I, alrededor de un 25% de la población tendría un perfil de riesgo para sufrir una adicción a la pornografía.
Entre los consejos para evitar los riesgos que conlleva el consumo de pornografía, de mano de expertos como María Guerrero, psicóloga experta en familia y tecnología de Qustodio, se recomienda limitar el acceso a Internet de los menores a determinados contenidos y abordar el tema en familia desde edades tempranas. “Hablar de sexualidad y ofrecer a los menores una buena educación afectivo-sexual se debería empezar a hacer cuando tienen alrededor de 3 años, con la conducta exploratoria normal. Aunque a algunos padres puede resultarles incómodo hablar abiertamente de pornografía con sus hijos cuando son algo más mayores, este tipo de contenidos son perjudiciales para el desarrollo de los menores y aumentan el riesgo de que puedan ser víctimas de algún tipo de abuso o explotación”.