Las fiestas fueron declaradas de Interés Turístico Regional en 1990. Los murcianos satirizan así la situación de interés actual. Más de 100.000 cascabeles amenizaron la fiesta popular. Los arlequines o 'corremayos' superaron los 8000 participantes
La localidad murciana de Alhama de Murcia celebró durante el fin de semana del 6 y 7 de mayo, su fiesta más auténtica: “Los Mayos”. Un año más, sus más de 20.000 habitantes volvieron a recrear escenas costumbristas y a parodiar temas de actualidad en peleles de tela y trapo, mientras que van vestidos como arlequines o “corremayos” haciendo sonar más de 100.000 cascabeles.
Junto con las escenas más tradicionales o costumbristas, este año se han presentado numerosos Mayos de carácter crítico y satírico. La falta de entendimiento entre los políticos a nivel nacional y algunas decisiones del gobierno local han sido objeto de diversas plantadas, algo que el propio alcalde considera “un síntoma de madurez y normalidad democrática”.
¿Cuál es su origen? Su origen se pierde en el tiempo y no hay referencias escritas conocidas hasta la década de los años 20 del pasado siglo. Tras la Guerra Civil y durante más de 40 años desapareció por su aspecto crítico. Fue en 1982 cuando el Pleno del Ayuntamiento de Alhama de Murcia acuerda recuperar la fiesta y desde 1990 es declarada de Interés Turístico Regional.
Desde entonces, el primero domingo de mayo, los alhameños colocan en las puertas de las casas, jardines o plazas peleles o monigotes vestidos con viejas ropas de la casa y la cara pintada con rasgos humanos. Los temas básicos que se tratan suelen ser tres: la recreación de antiguos oficios ya desaparecidos y que eran típicos de Alhama; la representación de escenas de la vida cotidiana, tratadas por lo general en clave de humor y, por último y las más celebradas, las escenas satíricas que con agudeza crítica ponen de manifiesto problemas o temas puntuales de actualidad.
Aquellos Mayos que representan escenas costumbristas o tradicionales recuperan y muestran ropas, enseres y complementos ya en desuso, como zaragüelles, aperos, trillos y herramientas, convirtiendo el municipio en un verdadero museo etnográfico. Los peleles dialogan entre sí mediante carteles que recogen el mensaje que se quiere transmitir para entender la escena o simplemente reconocer el personaje, utilizando vocablos, modismos y expresiones típicas de la comarca, generalmente en verso.