Seis años. Solo seis años. Esa es la edad a la que las niñas empiezan a sentirse menos talentosas que los niños. Es la descorazonadora conclusión de un estudio llevado a cabo por las universidades de Princeton, Nueva York e Illinois, y publicado por la revista Science esta misma semana. El estudio, llevado a cabo entre 400 niños de cinco, seis y siete años demuestra que hay diferencias sustanciales en la percepción de sí mismas entre las niñas de cinco años y las de seis o siete. Esa parece ser la edad en que comienzan a percibir su género como inferior al masculino.
Una de las pruebas que formaron parte del estudio consistió en leerles a los niños cuentos infantiles con un protagonista «muy muy inteligente». A continuación, se les presentaban cuatro imágenes, dos de hombres y dos de mujeres. A los cinco años, el 75% de los niños y las niñas elegían un protagonista de su propio sexo. A los seis, la balanza ya se decantaba por los protagonistas masculinos.
Otro ejemplo consistió en proponerles jugar a un juego de mesa. En algunos casos, les dijeron que era un juego para personas muy inteligentes y, en otros casos, para personas que se esforzaban mucho. Mientras que niños y niñas estaban igual de predispuestos a disfrutar del juego para los que se esfuerzan, hubo una diferencia significativa en el número de niñas que creían que disfrutarían del juego para gente inteligente.
El profesor Andrei Cimpian, que ha formado parte del equipo de investigación, ha declarado a la BBC que «el mensaje que se extrae de estos datos es que los niños, desde muy pequeños, están expuestos a la noción cultural de que ser un genio es una cualidad más masculina que femenina. Es descorazonador verlo en una edad tan temprana y una muestra de cómo de ardua será la batalla que queda por delante».
Los investigadores detrás del estudio achacan las causas de estos prejuicios a edades tan tempranas a la influencia de los medios, los padres, los profesores y de otros niños, aunque no aportan conclusiones más a fondo sobre la cuestión. Quizá lo más importante de este estudio sea que sirva como reflexión para replantearnos qué modelos estamos mostrando a nuestras hijas y cómo pueden influir en su desarrollo futuro.
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