La desnutrición, que está detrás de la muerte de 8.000 niños cada día, casi 3 millones al año, es el resultado de un proceso muy complejo. Un niño que sufre desnutrición no solo ha tenido una cantidad suficiente de alimentos, sino que además lo que ha ingerido no tenía los nutrientes necesarios para su desarrollo. No obstante, la desnutrición no se reduce exclusivamente a una cuestión de alimentación.
Una atención poco adecuada o la acumulación de enfermedades infecciosas son dos elementos que siempre están presentes en los casos de desnutrición infantil. Así, la falta de alimentos (en cantidad y calidad), la falta de cuidados y la aparición de infecciones generan un círculo vicioso que puede acabar con la vida de un niño. Y más aún, en el origen de todo están las casusas básicas, que incluyen factores sociales, económicos y políticos como la pobreza, la desigualdad o la falta de educación.
LA desnutrición aguda, la peor enemiga de la supervivencia infantil
La desnutrición tiene un impacto devastador en la vida de los niños a corto y largo plazo. Los efectos en su salud son evidentes, ya que multiplica las probabilidades de padecer enfermedades como la neumonía, la diarrea o la malaria. Por eso la desnutrición es una de las peores enemigas de la supervivencia infantil. Cuando hay algún desastre natural, se produce una sequía, una inundación o un conflicto, es cuando se generan las mayores situaciones de emergencia nutricional, como ocurrió en Etiopía, Somalia, el Sahel o el Cuerno de África. Es entonces, cuando no queda más que atender las necesidades de los niños de manera urgente e inmediata.
Un niño que sufre desnutrición aguda grave tiene 9 veces más de posiblidades de morir que un niño cuyo estado nutricional es normal. Sus defensas debilitadas no pueden hacer frente a las enfermedades y, cuando la desnutrición se complica, el riesgo de muerte es muy alto.
La desnutrición crónica puede comenzar en el embarazo
Muchas veces la desnturición comienza incluso antes de que un niño nazca. El embarazo es un momento decisivo para prevenirla. Una madre que sufre problemas crónicos de desnutrición tiene más probabilidades de dar a luz un bebé con bajo peso y que sufrirá un retraso de crecimiento durante toda su infancia.
Esta desnutrición crónica no sólo tiene consecuencias en el desarrollo físico y cognitivo del niño, sino que también tiene implicaciones en su educación. La desnutrición impide que los niños puedan aprender con normalidad lo que pone en serio riesgo su futuro, condenándolos a seguir viviendo en la pobreza.
La desnutrición crónica no se puede tratar, pero sí prevenir. En los llamados 1.000 días críticos para la vida, que abarcan desde el embarazo hasta que cumplen 2 años, se produce el desarrollo básico de un niño. Y es esa etapa esencial cuando hay que actuar: fomentando la lactancia materna, hábitos de higiene, creando instalaciones de agua y sanemiento, asegurando el acceso de las madres y los niños a una atención sanitara adecuada.
Hadiza; 3,5 kg con siete meses
Conocimos a Hadiza en un hospital de Nigeria. Tenía 7 meses, pero solo pesaba 3,5 kilos, cuando lo habitual para su edad es pesar más de 6,5 kilos. Este es uno de los síntomas más claros de la desnutrición. Hadiza llegó a este centro gracias a unos voluntarios que la conocieron en una campaña de vacunación. En cuanto supieron su edad y comprobaron su tamaño, se dieron cuenta de que la niña podría sufrir desnutrición.