Consumo responsable, mayor conciencia de los efectos potencialmente peligrosos que puede acarrear la exposición a ciertos contaminantes y más implicación de las autoridades reguladoras son claves para garantizar la seguridad de los niños, incluso desde antes de nacer. Éstas son algunas de las conclusiones que se desprenden de la sesión plenaria Estrategia preventiva para disminuir la exposición a contaminantes, desarrollada en el seno del 63 Congreso de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Pocos colectivos como el pediátrico están tan sensibilizados con respecto a la exposición de los niños a los productos contaminantes y residuos químicos. "Los padres, fundamentalmente las madres, se preocupan mucho de este tema con respecto a sus hijos. Además, la sociedad adulta en general y los profesionales de la salud en particular tenemos una gran responsabilidad sobre el cuidado de los pequeños que no debemos eludir", explica el profesor Antonio Jurado Ortiz, presidente del Comité Científico Ejecutivo de los Congresos de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y moderador de esta sesión.
Según el doctor Nicolás Olea Serrano, catedrático de la Facultad de Medicina en la Universidad de Granada y Director Científico del Instituto de Investigación Biosanitaria ibs Granada, "el riesgo químico es mayor del que percibimos. El avance científico que observa y determina los peligros y beneficios de estas sustancias y los productos que las contienen va por detrás del desarrollo industrial responsable del ingente volumen de elementos químicos a los que nos vemos expuestos cada día".
Los expertos aluden tanto a los efectos nocivos en el ámbito de la homeostasis hormonal de los denominados disruptores endocrinos ya sean “contaminantes persistentes” o “no persistentes”. Los perjuicios de los primeros están derivados del uso de pesticidas como el DDT y otros productos químicos de uso muy extendido en las décadas de los 50 y 60. "En animales, estos efectos adversos ya se han diluido porque han pasado muchas generaciones desde entonces; en el ser humano solo ha transcurrido una, lo que resulta insuficiente para eliminar los restos por completo", apunta Olea.
Los compuestos químicos no persistentes, es decir, aquellos que no se acumulan en el tejido graso y que supuestamente son fácilmente metabolizables tampoco están exentos de controversia. "En este caso, se ha creado una falsa sensación de seguridad porque nos exponemos a dosis muy bajas, pero no se suele tener en cuenta la frecuencia de dicha exposición, el efecto acumulativo y el hecho de que puede haber efectos desconocidos derivados de la combinación de multitud de productos que contienen estos contaminantes teóricamente inocuos. En definitiva, se trata de una ´no persistencia muy relativa", resume el experto.
Cosméticos, productos de aseo, limpiadores, detergentes, envases, envoltorios, plásticos, alimentos, textiles… prácticamente todos los útiles de consumo diario contienen dosis de contaminantes químicos no persistentes, lo que hace difícil sortear este efecto de exposición. "Varias investigaciones demuestran que el compuesto químico más presente en el tejido graso de los estadounidenses son los perfluorados que se emplean para dotar a las sartenes de su efecto antiadherente y que compuestos similares son los responsables de que los textiles con los que nos vestimos no se arruguen o repelan las manchas", apostilla el doctor Olea.
Estrategias para reducir la exposición a químicos en la infancia
Lejos de ser catastrofistas, los expertos reunidos en torno a esta mesa persiguen el objetivo de transmitir a los especialistas y a la población general la necesidad de ser conscientes de que estas exposiciones pueden presentar un riesgo potencial y de que existen etapas críticas en la vida en las que hay que extremar las precauciones; tales como el embarazo y la lactancia. "Las mujeres que planean un embarazo deben cuidarse y han de ser cuidadas por su entorno, ya que transmiten a sus hijos estos elementos, primero a través de la placenta y posteriormente a través de la leche materna", apunta el profesor Jurado.
Con respecto al autocuidado, los expertos abogan por seguir una alimentación poco procesada de mayor calidad, por reducir el uso de plástico alimentario, reciclarlo, no reutilizarlo y no calentarlo en el microondas, cuidar el tipo de cosméticos, sobre todo en el embarazo y la lactancia. "No se trata de volver décadas atrás porque entonces también se hicieron muchas cosas mal cuyas consecuencias estamos viendo ahora, pero sí es necesario adoptar una actitud más prudente y tener en cuenta que el consumismo desaforado nos puede llevar a seguir hábitos cuyas consecuencias pagaremos más adelante en nuestros hijos", apostilla el doctor Olea.
Por este motivo, los especialistas reclaman una mayor implicación de las autoridades reguladoras en esta materia. "Es cierto que los efectos nocivos a veces tardan muchos años en ser evidentes, pero precisamente por eso las autoridades no deben pecar de excesiva confianza y laxitud, ya que esto puede llevar a la inoperancia en un momento en que hay que anticiparse a los hechos", reflexiona el catedrático, que aplaude iniciativas como la prohibición en 2011 de los policarbonatos con los que se fabricaban los biberones o el veto de Francia en enero de 2013 a los tickets de caja térmicos, ya que ambos contienen bisfenol A, perjudicial para las mujeres embarazadas.