Es cierto que gran parte de la atención y la simpatía del mundo se está centrando actualmente en las víctimas del terremoto del pasado sábado 25 de abril, en Nepal. También es cierto que no podemos perder de vista la otra crisis humanitaria que dominó nuestra atención en los días anteriores al terremoto – la de las personas que se ahogan en el mar Mediterráneo.
Ambas crisis son trágicas y se han cobrado miles de vidas. Sin embargo, la aparición repentina de un desastre natural supone una gran diferencia en la forma en que reaccionamos como observadores. Las crisis complejas, de larga duración, que con el tiempo acumulan víctimas no logran generar las muestras de apoyo que son comunes en las reacciones a los desastres repentinos, como un terremoto o un tifón.
Tenemos que reconocer que la situación de las personas que emigran sí constituye una emergencia. Se cree que más de 5.000 personas han perdido la vida tratando de llegar a Europa a través del Mediterráneo, en los últimos 18 meses. Esto hace que estas aguas sean las fronteras más peligrosas del mundo. Y esto debería desencadenar nuestra acción, nuestro compromiso y nuestro apoyo.
Desde las sociedades de la Cruz Roja en toda Europa, sabemos que la forma más adecuada para mitigar el éxodo al extranjero es garantizar unas condiciones de seguridad y dignidad en sus países de origen. Esto debería ser en el centro de cualquier estrategia, pero no debemos ser ingenuos sobre su capacidad de producir resultados inmediatos. Muchos de los conflictos más violentos del mundo, como los de Siria, Irak o Sudán del Sur, están lejos de resolverse. Algunos de los contextos políticos más difíciles del mundo, como en el Cuerno de África, no van a cambiar a pesar de la ayuda.
Es natural que las personas quieran y necesiten no sólo mantenerse con vida gracias a la ayuda. Por tanto, continuarán arriesgando todo por una oportunidad de construir un futuro mejor.
Muchos optarán por la inacción ya que todas las opciones para facilitar el viaje serán vistas como un efecto llamada. En Cruz Roja instamos a nuestros gobiernos a que actúen y reconozcan que la migración es un hecho vital. Debemos encontrar formas humanas y eficaces de gestionar esta realidad como comunidad internacional.
El pasado 23 de abril, los líderes europeos celebraron en Bruselas una cumbre y se comprometieron a incrementar las capacidades de búsqueda y rescate de Frontex. Si bien esta medida es bienvenida, no es suficiente. Tenemos que desarrollar políticas de asilo, con perspectivas de futuro y firmemente basadas en los principios de humanidad, solidaridad y de respeto de los derechos humanos. Esto significará brindar protección legal para impedir la explotación a lo largo de las rutas migratorias conocidas.
Y a su vez requerirá de la colaboración internacional entre países de origen, tránsito y destino. Polémico, pero crucial, también requerirá hacer más para ofrecer formas seguras y legales para solicitar asilo en toda Europa, que por ahora, sólo alberga el 15% de las personas refugiadas del mundo.
Necesitamos poner el foco en la acción humanitaria. Y unir nuestros esfuerzos para garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos y evitar que se produzcan más muertes e historias desgarradoras. Porque de lo contrario estaríamos dando la espalda a personas que están perdiendo la vida huyendo de guerras, conflictos y desastres.
Javier Senent García.
Presidente de Cruz Roja Española.