Se calcula que más de 800 millones de vehículos circulan por las calles del planeta, consumiendo a su paso unos 980.000.000.000 de litros de combustible, mayoritariamente gasolina.
Si la industria del automóvil fuera un país, sería la sexta economía del mundo. En 2013 se fabricaron 66 millones de automóviles, 87 si contamos autobuses, camiones y furgonetas, lo que se traduce en una facturación de 2 billones de dólares y más de 8 millones de empleos directos, lo que la convierte en un importante motor económico para muchos países.
Todos estos datos se recogen en el último informe The World’s Automotive Industry de la International Organisation of Motor Vehicles (OICA). Las cifras son monstruosas y la industria sigue creciendo a pesar de los altibajos normales en cualquier sector. Pero ninguna industria se libra de los dolores de cabeza de un mundo cambiante y un futuro incierto.
Ya en 2011, el informe J.D. Power remarcó que se venden más automóviles en países en desarrollo que en las economías más fuertes, especialmente los conocidos como BRICs (Brasil, Rusia, India y China). Mientras la industria se ralentiza en los países ricos, la balanza se compensa con un crecimiento de la demanda en los mercados emergentes. Algunos informes publicados en los últimos años, sin embargo, describen esta tendencia como mucho más suave de lo esperado.
¿Mejores coches o mejor transporte? Si un coche te lleva directo a un atasco en lugar de llevarte a tu lugar de trabajo o a la montaña rápidamente, deja de ser una solución y se convierte en problema. Un problema que el desarrollo tecnológico o el diseño difícilmente pueden solucionar. ¿Conduciremos menos en el futuro? Un estudio publicado por la Universidad de Michigan (Estados Unidos) en el verano de 2013 sugirió que el punto álgido de kilómetros conducidos se alcanzó ya en 2004, antes de la crisis.
¿Y ahora? Un estudio reciente de la asociación americana de consumidores US PIRG advierte que la media de kilómetros que conduce cada americano al año está bajando, lo que supone una tendencia con múltiples implicaciones tanto para la industria como para muchos otros ámbitos sociales y económicos. Y no sólo en Estados Unidos, hasta ahora referencia de calidad de vida para muchos países. En Europa tampoco pasa desapercibido el desinterés de muchos jóvenes en países desarrollados en tener un coche en propiedad: prefieren otras formas de transporte. En los últimos años hemos visto nacer fenómenos como el car sharing, hasta ahora inimaginables.
A pesar de los frenazos y los retos, la historia está lejos de terminar aquí. El futuro de la industria pasa por cambiar el foco de atención de los coches a la carretera, del producto al servicio, de la fabricación de unidades a la gestión de las mismas en la carretera. Imaginar sistemas tecnológicos que nos permitan gestionar el tráfico y desplazarnos de una manera cómoda, ecléctica y energéticamente más eficiente abre todo un mundo de posibilidades. Y en ello está ya la industria, avanzando en alianza con otros sectores hacia el coche conectado y las autopistas inteligentes.