Rosa Munguía, autora de La Familia Geométrica, da valor al poder del mensaje, la posibilidad de estructurar una historia capaz de ser absorbida por niños, para dar paso a conocimientos concretos, como la matemática elemental, la diversidad del mundo que nos rodea o el idioma
Dicen que la mente de un humorista gráfico (alguien, para entendernos, que se dedica a hacer cómic o viñetas) es un decodificador capaz de convertir la realidad en humor mordaz y despuntar aristas que para el resto de los mortales serían impensables. Dicen, además, que ese trabajo es único e imposible, que se es o no se es, pese a todas las escuelas literarias puesto que la mirada de un humorista gráfico es una forma de ver el mundo independientemente de la técnica que se tenga a la hora de hacer un dibujo.
En ese sentido, el comic o las viñetas son una forma de literatura condensada en lo más importante (una reacción, hacernos pensar, ver el doble sentido de las cosas, etc.) y sintetizada para ser entendida de forma inmediata. Es curioso que si esto es así, la novela gráfica, los comics o las viñetas se las tenga por literatura menor: no considero nada más difícil que eso. En el mismo apartado, no exento de cierta polémica, yo incluyo a los escritores de [buena] literatura infantil. Y me refiero a literatura infantil como algo separado a lo comúnmente llamada literatura juvenil (que no es más que una forma de justificar la mala escritura), puesto que la [buena] literatura infantil adquiere todo los condicionamientos de la novela gráfica o el comic: poder de síntesis, impacto, fácil comprensión, mensaje claro, pedagogía y sencillez.
Consultado Goya sobre la serie de ochenta grabados (en aguafuerte) de nombre Los caprichos por qué había optado por dicha técnica, obviando el infinito color del óleo, este contestó que: “no hay nada más infinito que la variedad del negro y el blanco”, viniendo a decir, para el caso, que es mucho más complejo la síntesis que la extensión para dar sentido a una obra.
Dicho esto, Rosa Munguia autora de La Familia Geométrica, un breve prodigio que todo padre debe leer a sus hijos, y que recoge aquello que Goya defendía con recelo: el poder del mensaje, la posibilidad de estructurar una historia capaz de ser absorbida por niños y que esa interpretación dé paso a conocimientos concretos, como la matemática elemental, la diversidad del mundo que nos rodea o el idioma, sin que sus ojos se pierdan en la confusión o caigan de sueño.
Dicho esto, escribir [buena] literatura infantil es una forma de comprimir y hacer llegar el mundo a niños que aún no están en condiciones de entenderlo y esa técnica está solo al alcance de unos pocos. Y en este sentido, La Familia Geométrica es un [buen] libro infantil escrito tanto en español como en inglés, que trata sobre una familia geométrica. Cada miembro tiene una forma diferente, colorida y divertida que les permite ser fácilmente reconocibles. Desde ese punto de partida, La Familia Geométrica habla del primer (y temible) día de clases del Niño Cuadrado, quien tiene miedo, como todo niño, de asistir a la escuela. El argumento permite desarrollar una historia con distintas actividades que intenta ayudar a los niños a aprender las primeras bases del preescolar, en inglés y español, como las formas, colores y vocabulario básico, sin descuidar un mensaje positivo sobre la diversidad, la autoestima y las inseguridades propias de los primeros años de vida.
Pocos son las personas (escritores, pedagogos o educadores) que tienen el talento y la virtud de interpretar aquello que los niños necesitan, pero algo es seguro: Rosa Munguia es una de ellas y La Familia Geométrica debería enseñarse en todos los colegios del mundo.