- Poner fin a la violencia contra los niños. Casi 1.000 millones de niños menores de 15 años sufren castigos físicos de forma habitual, y una cuarta parte de las adolescentes de entre 15 y 19 años padecen violencia física. Por ello, la inversión en la protección infantil contra la violencia, el abuso, el abandono y la explotación debe ser una prioridad mundial.
- Conseguir que el fin de la pobreza infantil sea el elemento central de la erradicación mundial de la pobreza. La mitad de la población que vive en condiciones de pobreza extrema (con menos de 1,25 dólares al día) son niños: cerca de 570 millones de menores de edad en todo el mundo. Sin acceso a los servicios de salud, nutrición, agua y saneamiento, vivienda y educación, este ciclo de la pobreza seguirá perpetuándose.
- Poner fin a las muertes prevenibles de niños y madres. Los niños del 20% de los hogares más pobres tienen el doble de probabilidades de morir antes de cumplir 5 años que los del 20% más ricos, y casi tres veces más probabilidades de sufrir bajo peso o de caer enfermos. La creación de mejores sistemas de salud y una mejor distribución de los recursos permitirá salvar vidas, fortalecer a las familias y apoyar el crecimiento sostenible.
- Prestar más atención a la adolescencia, la segunda década de la vida. Los avances alcanzados en la primera infancia se pueden consolidar o perder durante la adolescencia. Invertir en su aprendizaje y en la promoción de estilos de vida saludables, entre otros esfuerzos, ayudará a protegerles contra la enfermedad y la violencia, y a prepararlos mejor para la vida adulta.
- Aprovechar la cada vez mayor “Revolución de los Datos”. La obtención de datos oportunos y fiables es crucial para identificar a los niños que más lo necesitan y establecer políticas específicas para mejorar sus vidas.
- Mejorar las inversiones en todos los niños, especialmente los más vulnerables y marginados. Para alcanzar los resultados más sostenibles, los fondos tienen que estar dirigidos a los niños y familias que más lo necesitan.
- Romper el ciclo de las crisis crónicas que afectan a los niños. En 2014, 230 millones de niños vivían en zonas de conflicto, y muchos más se vieron afectados por los desastres artificiales y naturales. La respuesta mundial a las crisis humanitarias se debe centrar no sólo en las necesidades urgentes a corto plazo, sino también en la construcción de la capacidad de recuperación a largo plazo.
“El mundo ha logrado un avance importante durante los últimos 15 años, y sin embargo millones de niños siguen aún marginados. Esto nos ofrece una gran oportunidad para llegar a los niños que se han quedado atrás. Las decisiones y las inversiones que hagamos hoy determinarán el futuro de esta generación y de las futuras”, ha dicho la directora ejecutiva adjunta de UNICEF, Yoka Brandt.