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Una conocida marca de refrescos acaba de lanzar una campaña televisiva en la que un spot se pone del lado de los políticos, destacando comportamientos positivos que merecen de más atención

(1) Una conocida marca de refrescos acaba de lanzar una campaña televisiva en la que un spot se pone del lado de los políticos, destacando comportamientos positivos que merecen de más atención. Se toman como ejemplos a cuatro políticos en activo para tratar de demostrar, en apenas unos segundos, que hay dirigentes que toman buenas decisiones, y que el frame (marco) de que todos los políticos son malos, es falso.

Desde el punto de vista de la mercadotecnia, la campaña tiene todos los componentes para llegar al consumidor, aunque el producto poco tenga que ver con el fondo, más allá del mero slogan (“El ser humano es extraordinario”). Así, el target es muy amplio, se le envía un no-mensaje (“NO todos los políticos son malos”) y se garantiza la viralidad entre acólitos y detractores de este mensaje, que más que una idea es un paradigma asentado gracias a la malograda imagen que tantos políticos se afanan en dibujar.

(2) Dos años atrás, ante las elecciones autonómicas y locales de 2011, una serie de partidos apostaron por campañas de marketing político con una intención similar: enviar un no-mensaje y acercar al político a los votantes a través de “quedadas” con los candidatos.

Uno podría pensar que las fuerzas de izquierdas fueron las pioneras en este tipo de estrategias, pero nos estaríamos equivocando diametralmente; fueron José Ramón Bauzá, del PP y Jaume Font, de la (entonces) Lliga, quienes lanzaron campañas de “un cafè amb”.

La estrategia consistía en un “call to action” o mecanismo de participación, y la recompensa para los ganadores sería tomar un refrigerio con el candidato. Sí, muchos de Ustedes habrán arqueado las cejas pensando que es imposible que alguien se postule a semejante premio, pero los hubo.

(3) Ahora que la transparencia ha entrado en la agenda mediática y política, es probable que defiendan este tipo de campañas sosteniendo que el objetivo básico era dotar de transparencia a los candidatos, pero nada más lejos. Una charla con un político no es garantía de transparencia, ni mucho menos; los periodistas de política lo saben muy bien.

Siguiendo con la agenda mediática, también es cierto que ha entrado la idea del “café pendiente”, es decir, una iniciativa solidaria que consiste en que un consumidor paga su café y varios más, que quedan pendientes para aquellos que no disponen de recursos.

(4) A día de hoy, todavía no conozco el caso de ningún dirigente público que haya defendido públicamente esta iniciativa, y mucho menos que la haya puesto en práctica. Sí se coló con rapidez en la agenda el hecho de que el Congreso subvenciona las consumiciones en su cafetería, incluso las bebidas y combinados alcohólicos; quedó en mera anécdota que este servicio es una concesión a Artur Fernández, Presidente de la patronal de Madrid, y número dos de la CEOE, firme defensor de lo privado, que cobra millones de las subvenciones públicas.

Es más, con el camino abierto por la bebida isotónica para lavar superficialmente la imagen de los políticos, es extraño que ninguno se haya apropiado de la idea de los cafés pendientes para reforzar el mensaje.

(5) Es obvio que la ausencia de elecciones hasta 2014 da una cierta comodidad a los políticos y a sus gabinetes de comunicación e imagen. Aquello de que «la campaña es permanente» es como Santa Bárbara, que uno solo se acuerda de ello cuando truena.

Pero puestos a suponer, sería curioso que para las europeas, una de las estrategias long-term fuese ofrecer café (pendiente) para todos, porque hay mucha gente sin recursos para pagárselo. La viralidad podría ser incluso mayor que la del spot que comentábamos al principio.

“Eso es compra de votos”, dirá alguien. Dudo que con un café se compre un voto, pero si así fuera, piensen cuánta gente vendería su voto por un café.

Y ahora piensen qué puede llevar a una persona a vender su voto por un simple vaso de café.

 

Deja un sabor amargo, ¿verdad? Algo así como el del café.