Los cambios sociales y científicos de los últimos 50 años están ahogando la medicina y con élla a los médicos. Hemos pasado de una medicina al servicio de la sociedad, a una medicina que se ha apoderado de la sociedad, y ambas han salido mal paradas. La sociedad no se entiende con la medicina, y aunque esta avanza a un ritmo vertiginoso, cada descubrimiento se está convirtiendo en un lastre económico y social, por su coste y por las desigualdades sociales que están provocando. Los médicos debemos de aprende
Actualmente los médicos estamos viviendo cambios en el sistema sanitario que aparte del revuelo social y laboral que están provocando, esconden la necesidad de modificaciones claras en la forma de ejercer la medicina. El médico de hace cincuenta años, por no retroceder más, nada tenía que ver con los galenos actuales. Disponía de muchos menos recursos tecnológicos y su palabra era autoritaria e incuestionable, lo cual era la base de una confianza plena. En aquella época, la medicina estaba focalizada en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades agudas, y apenas se hablaba en las sesiones médicas de cronicidad ni prevención de las patologías. En los tratados de medicina de entonces se describía como una enfermedad podía evolucionar y dar complicaciones a largo plazo, sin embargo, los avances eran tan escasos que el diagnóstico se convertía en una conjetura sin posibilidad de confirmación, y las opciones terapéuticas exiguas, por lo que el sistema sanitario no requirió cambios para la atención de las patologías crónicas. Algo llamaba la atención de los médicos de antaño y que constantemente lo recuerdan nuestros compañeros más longevos: los médicos tomaban decisiones muy coherentes y en consonancia con la opinión esperada por la sociedad, lo cual les daba autoridad. Ejercían una medicina en cierto modo sencilla para lo que estamos acostumbrados actualmente, y por todos, médicos, enfermos y la propia sociedad, estaban claros los límites a los que podía llegar la medicina, y cuando no se debía traspasar esta línea roja puesto que se vulneraba los principios éticos básicos. Hoy día, todo es muy complejo. La ciencia ha avanzado en este medio siglo hasta confines insospechados y a una velocidad vertiginosa. Las posibilidades actuales ante cualquier decisión son múltiples, y no está claro por nadie, la línea divisoria que puede causar daño al paciente o cuyo coste no está justificado por justicia y equidad. Existen mayores posibilidades para confirmar una intuición diagnóstica y predecir la evolución de una enfermedad. Los pacientes viven más tiempo como consecuencia de las múltiples opciones terapéuticas, y esto aunque para la sociedad es un avance incuestionable, para el sistema sanitario es un problema, sobre todo porque ha requerido, desde hace por lo menos veinte años, cambios que no se han realizado, y hemos estado más preocupados en medir la eficiencia del sistema sanitario con unos parámetros totalmente ineficaces para los cambios que la ciencia estaba provocando en el manejo de las enfermedades. Actualmente los avances científicos han provocado que las enfermedades crónicas sean el principal problema para el sistema sanitario actual, enfocado todavía hoy en las enfermedades agudas. Y el médico se ha encontrado inmerso en una organización totalmente ineficaz para tratar el setenta por ciento de los pacientes que atiende. Se le evalúa por unos criterios que poco tienen que ver con la atención que presta al paciente. Y muchas decisiones clínicas vienen determinadas más por la propia sociedad, vehiculizada por la presión de las asociaciones de pacientes o los dictámenes judiciales, que por el propio médico en base a sus conocimientos científicos y bioéticos. Este hecho ha alterado claramente la relación médico-paciente que ya no se basa en la confianza sino en el proteccionismo mutuo. El médico de otra época informaba al paciente con sencillez, y sin necesidad de una explicación magistral conseguía su objetivo, que el paciente le entendiese y siguiera sus pautas. Sabía que su palabra era omnipotente y la utilizaba con afabilidad, lo cual le ayudaba a crear un vínculo empático inquebrantable. En el momento actual el médico debe mantener largas conversaciones con el paciente y la familia, no para informar, sino para resolver todas las dudas constantes que se tienen y que impiden que haya confianza. Podemos pensar que estas conversaciones son beneficiosas pero en realidad son la sombra de la carencia de autoridad, y un sinfín de problemas como la ausencia de sintonía entre la ciencia y la organización sanitaria, o entre la medicina y la sociedad. Ahora entenderemos porque los informes médicos que deberían ser un vehículo de comunicación entre el médico y el paciente, apenas logran este objetivo. Tal y como ocurre con un contrato bancario o una sentencia judicial, el informe médico se ha convertido en un documento que salvaguarda la actuación médica frente a la sociedad, y todos los profesionales sabemos que es la única prueba que nos va a proteger frente a las exigencias que nos pone la población y que con frecuencia están totalmente injustificadas por criterios médicos, científicos, éticos o de otra índole. Debemos de cambiar todos. El médico debe recobrar la autoridad que tenía porque es lo mejor que puede pasar para hacer una medicina de calidad y excelente, pero también debemos recobrar la humildad que teníamos para volver a informar a los pacientes con sencillez, porque lo más importante es que el paciente nos entienda y recobre la confianza en nosotros para que no cuestione nuestros actos de un modo absurdo por exigencias infundadas. Me gustaría poner un primer grano de arena en esta gran montaña y hacerme eco de la importancia del informe clínico como medio de comunicación con el paciente. Sé que es difícil porque deben surgir, para que esto sea posible, muchos cambios, sobre todo sociales, pero como la ciencia avanza rápido y la organización sanitaria necesita una apresurada trasformación, quiero presentar la página web (www.ayudainformesmedicos.com) como medio dirigido a los pacientes y familiares que les ayudará a aprender a conocer su enfermedad y fomentar el auto cuidado a partir del informe médico.