El Palacio de la Prensa es uno de los edificios más emblemáticos de Madrid, ejemplo del clasicismo moderno.
A un lado la Plaza de Callao, al otro la Gran Vía. El Palacio de la Prensa constituye parte del desarrollo urbanístico de Madrid de principios del siglo XX y es un punto de inflexión entre el segundo y tercer tramo de una de las calles más emblemáticas de la capital.
El arquitecto Pedro Muguruza Otaño tardó cuatro años (1924-1928) en ver su diseño terminado y utilizó el uso intensivo de ladrillo visto en la fachada como elemento distintivo, que además fue novedoso en aquella época. Su diseño exterior tiene una gran influencia con otras proyecciones norteamericanas, como es el caso del Auditorium Building de Chicago, obra de Louis Sullivan. Aunque el planteamiento del interior tiene como señas de identidad las características de la arquitectura de aquellos años en nuestro país.
Hablar del Palacio de la Prensa es también remontarse al Madrid de aquellos años, con Alfonso XIII reinando, Dámaso Bereguer como presidente y una clase burguesa cada vez con más influencia contribuyendo a cambios morfológicos en el paisaje urbano madrileño, como fueron las ampliaciones de la Gran Vía y de la que también forma parte este edificio.
Tiene una planta pentagonal y su coste de construcción fue de 8 millones de pesetas de aquella época. Durante los años treinta se convirtió en uno de los edificios más altos de Madrid, hasta que el Edificio de Telefónica cogió el relevo.
Se ideó por encargo de la Asociación de la Prensa Española y desde un principio fue multifuncional, albergando la redacción de publicaciones míticas como La Codorniz, o lugares de ocio como un café en donde asistir a conciertos. El entresuelo se destinó a una sala de cine de dimensiones importantes, si consideramos que el aforo era de 1.840 personas. También se encontraban en el mismo complejo viviendas de alquiler y oficinas.
Este edificio, estandarte del clasicismo moderno de Madrid constituye, a pesar de no ser una de las construcciones más llamativas a simple vista, parte del espíritu cañí, bohemio y burgués que se respiraba en las primeras décadas del siglo XX, formando parte de las muchas reestructuraciones que durante aquellos años tuvieron lugar en las zonas y avenidas más céntricas del lugar.