Sorprende la escasa memoria de los inversores y del público en general.

La última escalada de la prima de riesgo de los bonos españoles se percibe como una situación crítica, siendo la pregunta recurrente si es la antesala de una intervención de la economía española por parte de las autoridades internacionales (Comisión Europea, FMI y BCE). Lo acontecido en los mercados en estos últimos días difiere poco de lo acontecido en agosto o en noviembre pasado. En agosto, la negativa de Trichet a comprar bonos españoles e italianos comunicada en la rueda de prensa posterior a la reunión mensual del BCE provocó que los tipos de la deuda española e italiana se fueran hasta niveles cercanos al 6,5%. Sólo el comunicado posterior, apenas 72 horas más tarde, cambiando de opinión, anunciando y comprando deuda de ambos países hizo que los tipos se redujeran a niveles del 5%. A cambio de la intervención por parte del BCE, tanto España como Italia se comprometieron a tomar determinadas medidas. La subida de tipos de la deuda española en el mercado secundario consiguió algo impensable: un acuerdo entre los dos grandes partidos españoles para cambiar la intocable constitución en tiempo record, incorporando una limitación en el déficit público estructural. Pocos se acuerdan ya de que la intervención del BCE en ese momento evitó una situación muy problemática para la deuda pública española e italiana. En noviembre pasado asistimos a otro episodio de tensión. En ese momento el tipo de los bonos españoles a diez superaron el 6,5%, y lo que es más grave, las Letras de Tesoro a un año se llegaron a colocar por encima del 5%. Sólo la intervención del BCE anunciando las dos subastas de liquidez ilimitada a tres años de vencimiento consiguió calmar temporalmente a los mercados, situándose los tipos de los bonos a diez años otra vez al 5% y los tipos de las Letras del Tesoro por debajo del 1,5%. Una vez pasado el efecto de la enorme inyección de liquidez por parte del BCE (un billón de euros ) las turbulencias vuelven al mercado de deuda pública. De nuevo, sólo la indicación por parte del BCE de su disposición a comprar deuda pública española, sin ni siquiera estar confirmada su intervención en el mercado, ha servido para devolver cierta calma.El proceso de ajuste de las economías periféricas será largo y doloroso. Sin la ayuda del BCE y de los mecanismos de ayuda europeos (MEEF, FEEF; MEDE, SMP) sería casi imposible llevarlo a cabo. La dosis de analgésico que suponen las ayudas recurrentes del BCE tiene el riesgo de hacernos olvidar la gravedad de la situación. Las turbulencias periódicas de los de los mercados sirven de recordatorio de la necesidad del inevitable ajuste. Lo mismo que la tensión de la prima de riesgo provocó el inesperado acuerdo entre los dos partidos de la oposición limitar el déficit en la Constitución en agosto pasado, parece que será necesario una tensión mayor a la actual para que también se llegue a un acuerdo sobre la modificación estructural de las Administraciones Públicas españolas: La gran reforma pendiente de abordar. Después de la tempestad viene la calma, aunque sea temporal. La duración de esta tormenta dependerá de la tardanza e intensidad de la intervención del BCE. Por Jesús Sánchez-QuiñonesDirector General de Renta 4 Banco           Artículo publicado en Renta 4