La farmacia vive tiempos de manifestaciones y huelgas por los recortes y retrasos en el pago. Es considerado un “colectivo privilegiado”, como lo fueron antes los empleados de Telefónica, los notarios o los controladores.

La farmacia vive tiempos de manifestaciones y huelgas por los recortes y retrasos en el pago. Es considerado un “colectivo privilegiado”, como lo fueron antes los empleados de Telefónica, los notarios o los controladores.

Debemos extraer alguna reflexión de la situación que vivieron los controladores tras su huelga, profesión acostumbrada también, a ser gestionada a golpe de Real Decreto.

Fue un claro ejemplo de cómo criminalizar a un colectivo. El sistema necesita alguien sobre quién volcar la rabia acumulada. El colectivo de farmacéuticos también serviría para canalizar el descontento ciudadano.

Vaya por delante que el grupo de los controladores no es por el que siento más simpatía, por sus privilegios y su enorme incidencia en el bienestar de todos; pero estos privilegios no hacen intolerable que luchen por sus derechos. Reconozco su corporativismo, pero tienen derecho a defenderse.

¿Bajo qué premisas interesaría al sistema criminalizar a un grupo profesional especifico, como los farmacéuticos establecidos ?

En los últimos veinte años hemos navegado en la prosperidad, pero ahora, el Estado es insolvente, las recetas han pasado de ser cheques al portador a cheques sin fondos; no es difícil percibir este movimiento por parte de algunos medios (especialmente las televisiones), con la que bombardean a la inerme población, sobre todo las clases más bajas, las que consumen más televisión, y que engullen sin rechistar el mensaje neoliberal.

Se presentó a los controladores como la escoria del país. El Gobierno frenó una huelga sin sentarse a negociar, haciendo uso de los militares. Una nueva manera de resolver los conflictos laborales, “manu militari”.

En la misma línea se podría poner en el punto de la mira a los boticarios, alegando que con sus privilegios arruinan a España. ¿Se les obligaría también a trabajar a punta de pistola, bajo amenaza de delito de sedición? (recogido en una Ley del año 67). Hordas de consumidores se alinearían con el gobierno.

No hubo un atisbo de solidaridad con los controladores (privilegiados o no). La masa enardecida, con visión cortoplacista, sólo se preocupaba por los cuatro días de vacaciones, y no por el peligrosísimo precedente que supone la militarización. Vimos la estampa de madres sollozando porque no podían llevar a sus hijos a Eurodisney.

Someter a las oficinas de farmacia a la Ley Militar y aplicar el Estado de Alarma podría ser una opción llegado el caso.

La situación llegó a tal grado de paroxismo que los consumidores mordieron el anzuelo, cayendo en connivencia con Gobierno y militares.

Ya lo veo venir, achacarán a la farmacia el carácter interesado, corporativista, propio de la aristocracia laboral; y que los farmacéuticos sólo pasan a la acción cuando se han visto afectados ellos mismos, demostrando un total desinterés y falta de solidaridad cuando otros compañeros se veían perjudicados, alegando que de los 70.000 farmacéuticos que hay en España, sólo 22.000 tienen farmacia.

Dudo mucho que los usuarios saliesen a defender a la profesión, dado el clima de apatía generalizado, propio de la sociedad postmoderna.

Los medios de comunicación lo tratarían como “huelga salvaje”, se trataría de “chantajistas”, exorcizando al “gremio”, y resaltando sus inmerecidos privilegios para recibir un castigo ejemplar.

¿Cómo reaccionaria aquel al que se le rebaja sus honorarios el 50%, aunque ganen más de 200.000 euros, como los controladores? Se aducía que con la otra mitad aún les quedaba para comer.

Si seguimos con esta lógica “antiprivilegios”, habría que reducir el 50% de los salarios de futbolistas, políticos o monarcas. Sería toda una escabechina social.

Hay que evitar que se deterioren las relaciones entre la Corporación y Administración, hasta un punto de no retorno, donde se puedan tomar medidas de ese calado.

Tres medidas en la buena dirección serían:

- Tener más peso y unión en las negociaciones con la Administración.

- Elaborar una buena estrategia de comunicación para neutralizar estas campañas.

- Deslizarnos hacía un sistema de remuneración variable. El margen fijo no es compatible con el papel de la farmacia, además de resultar muy contraproducente para su economía.

De ahí la importancia de desplegar un proyecto colectivo que permita el desarrollo individual de cada farmacéutico, apoyado por unas estructuras que cuenten con un real peso especifico ante la Administración.