Pese a los problemas de legislación a los que se enfrentan, las compañías de robots terrestres y drones están impulsando el mercado hacia el transporte del futuro, un punto de no retorno

A finales de 2013, Amazon anunció que trabajaría en un proyecto de reparto de pedidos mediante drones. De esta manera, no sólo agilizaba todo el proeceso de transporte en vehículos en áreas congestionadas, sino que podía enviar artículos prácticamente bajo demanda de manera instantánea y, sobre todo, dependiendo mucho menos de las personas, el que parece el objetivo actual de cualquier compañía tecnológica. La prensa y el público tomaron esta propuesta con mucho escepticismo, pero la realidad es que hoy en día ya no se ve tan raro, e incluso está influyendo a otras empresas.

De manera terrestre, en Europa (y pronto en San Francisco) ya ha circulado lo más parecido que veremos a R2-D2 en repartos de corta distancia, que la empresa Starship Technologies espera que puedan cubrirse de forma automática con robots y con un espectro y libertad de movimiento mucho mayor que el de un mensajero humano.

Aunque Amazon fue la primera grande en proponer el uso de drones, el resto de actores ya se ha unido a la pelea. Si hasta que lleguen los camiones autónomos la solución pasa por que los camioneros sigan haciendo kilómetros de manera exagerada, el (estresante) trabajo de los repartidores sí puede ser fácilmente sustituido a medio plazo, sobre todo en el último paso, es decir, la entrega en sí o el último kilómetro en el barrio/ciudad. Mediante un acuerdo con Mercedes experimentarán con una manera de transportar a los robots a lo largo de la ciudad para acercarlos a su destino y que una vez allí comience el reparto final. En otro sentido, más que las agencias de reparto de mensajería, los grandes rivales de estos robots pueden ser los repartidores a domicilio en bicicleta de las startups de alimentación.

Volviendo a los drones, ahora es la agencia UPS quien va a lanzar un programa de pruebas que simulen la necesidad de entregar unos medicamentos con urgencia. Con algo así ganan experiencia, pero también poder hacer presión a las autoridades mostrando que todo va bien, que no hay peligro y que legislar positivamente hacia el sector es la mejor idea para abrazar el futuro. Conseguir autorización para pruebas es complicado (requiere demostrar experiencias positivas en seguridad), por lo que muchas compañías las realizan en Europa. El simple hecho de que los gobiernos permitan aportar esas pruebas es una evidencia de que los permisos acabarán llegando.

Si se acelera mucho el proceso, el sector de la mensajería podría ser uno de los primeros en enviar muchos de sus empleados al paro. La sociedad tiene que prepararse para esa transición, será dura.

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