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Moverse es algo natural en los niños. Lo hacen desde que nacen y sus habilidades motoras se perfeccionan vertiginosamente a lo largo del primer año hasta que consigue desplazarse por sí mismo. Los juegos de arrastre y correpasillos son grandes compañeros de juegos en esta etapa que el bebé experimenta la independencia de movimientos.

 

Si bien los juegos de arrastre están recomendados a partir de los 18 meses, los correpasillos pueden empezar a utilizarse unos meses antes, entre los 10 y los 16 meses, cuando el niño ya es capaz de mantenerse en pie agarrado a los muebles sin caerse. En los primeros meses es habitual que el bebé se dedique a empujarlo en lugar de impulsarlo con los pies, ya que aunque no sea un andador, les ayuda a adquirir seguridad en los primeros pasos. Es algo muy normal, pues según el tipo de correpasillos, el niño puede que no llegue al suelo con las piernas, no se sienta cómodo en esa postura o no tenga la habilidad necesaria para mover las piernas como el juguete requiere.

 

Además la mayoría de los correpasillos incluyen un compartimento donde el niño puede jugar a sacar y meter los juguetes, a llevarlos de paseo… otra forma de darle uso a este juguete durante más tiempo.

 

Por su parte, los arrastres son el primer juguete que sigue al niño allá donde va, lo que le divierte un montón a la vez que le ayuda a perfeccionar la marcha.

 

De una forma u otra, son juegos indispensables durante el segundo año de vida porque les dan seguridad al caminar, les proporcionan autonomía y son fantásticos aliados en el fortalecimiento de las piernas y en el conocimiento del espacio.

 

La Puerta Pequeña

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