Todo lo que se esconde detrás de un libro de Diane Setterfield (Crónica de la comida con la autora, Barcelona, diciembre 2013) Uno. Cuando un libro viene a parar a nuestras manos, a menudo no nos damos cuenta de todo lo que hay detrás de esas tapas, de esa tipografía, de todas esas páginas llenas de letras. Es probable que tampoco sepamos de qué color es el pelo del autor que lo escribió, ni cuántos idiomas habla, ni cuál es su canción preferida. No sabemos cuántos minutos tardó en escribir el manuscrito, ni de dónde le vino la idea, ni cuántos editores lo rechazaron antes de encontrar un hogar. Tampoco sabemos qué llevaba puesto el editor el día que firmaron contrato, ni cuál era el nombre de la becaria que corrigió las pruebas, o del diseñador que presentó la portada, o de la jefa de prensa que paseó con el autor cuando éste vino a promocionar su novela. Esa novela que ha venido a parar a nuestras manos. Ese libro que tantísimas historias guarda tras su tapa, tipografía y páginas llenas de letras. Dos. El nuevo libro de Diane Setterfield viene a parar a mis manos y yo sé buena parte de las cosas que hay detrás de él. Se titula El hombre que perseguía al tiempo, y nada más mirarlo por encima recuerdo el entusiasmo con el que Silvia Querini, editora de Lumen, me habló de él meses atrás. Me dijo: ?este libro es muy importante, se trata del regreso a la escena de una autora que causó sensación hace unos años con El cuento número trece? ¿te acuerdas de esa novela??. En un primer momento asentí como si verdaderamente me acordara, pero lo cierto es que en aquel entonces yo no tenía mucha idea de quién era Setterfield ni de cuál había sido la repercusión de su primera novela. Sólo me hizo falta googlear un poco para darme cuenta de que hacía no mucho, este libro fue un auténtico bombazo tanto en ventas como en buenas críticas. Un fenómeno comercial y literario. Una alegría para Lumen, para los libreros, para los lectores y, por supuesto, para la propia Diane Setterfield. ?Imaginaos hasta qué punto reimprimimos ejemplares de El cuento número trece, que cada vez que lo hacíamos teníamos que mandar cinco ejemplares a la casa de la autora, y a los meses Diane me escribió para decirme que, por favor, que no enviáramos más ejemplares en castellano, que su casa estaba llena y ya no sabía qué hacer con ellos?. Silvia Querini cuenta esta anécdota y Diane se ríe. Estamos en un restaurante cercano a la sede de Penguin Random House en Barcelona. Una larga y deliciosa comida nos espera. Amigos, compañeros y libreros, sostenemos El hombre que perseguía al tiempo en nuestras manos. Tres. Para estas cosas soy muy prejuiciosa, y nunca me habría imaginado que un autor que vende tantísimos ejemplares pudiera ser tan absolutamente sencillo, simpático y amable. Setterfield es una mujer de ojos enormes y brillantes, que habla con cariño de la Literatura. Mientras degusta su plato (algo típicamente catalán, no sé, yo soy vegetariana y no suelo mirar los platos de carne con demasiada atención) Diane no pierde la oportunidad de escuchar a Rosana, la librera de Llorens Llibres, quien se ha aventurado a contarle en un inglés perfecto su experiencia lectora tras El hombre que perseguía al tiempo. Rosana lo reconoce: ?al principio me sorprendió, no se parece en nada a tu anterior libro, de hecho, y perdona que te lo diga así, llegué a pensar que no me gustaría. Sin embargo, conforme iban pasando las páginas la novela tomó fuerza, la segunda parte y el final me asombraron muchísimo. Me encantó.? Diane sonríe a Rosana, le da las gracias por su lectura, y entonces comienza a explicarnos que su mayor obsesión era la de no hacer dos novelas iguales. ?No podía volver a escribir El cuento número trece, el lector se merece nuevos mundos y el escritor ha de imaginárselos y entregárselos?. Entre copa de vino tinto y pan con tomate (al que Setterfield mira con gracia y extrañeza), Angels de La Llar del Llibre y Lluís de Laie también comentan sus impresiones. El debate va de un lado a otro: pájaros negros, extrañas costumbres victorianas, el sabor del verdadero turrón y otras costumbres navideñas, los hombres de negocios, los libros de autoayuda, la manera súper precisa con la que Diane Setterfield dice documentarse antes de escribir una novela, cómo sobrevivir a la crisis desde la trinchera de la librería? y así, hasta los postres. Cuatro. Diane Setterfield tiene el pelo anaranjado. Diane Setterfield habla con la librera de la Fnac y le dice que esa misma tarde debería ir a comprarse el nuevo disco de Manel. Sí. A Diane Setterfield le gusta Manel. Diane Setterfield come tocinillo de cielo. Diane Setterfield bebe vino. Diane Setterfield nos firma sus libros con un amistoso Happy Reading! Diane Setterfield nos habla de sus novelas favoritas, de sus pájaros favoritos, de sus momentos favoritos durante la escritura de sus novelas. Diane Setterfield alza las copas para un brindis y se ríe cuando ve que su traductora sólo bebe agua. Entonces admite: ?tienes razón, estamos trabajando, ¡no deberíamos beber vino!?. Diane Setterfield tiene un gran sentido del humor. Diane Setterfield firma el libro a María, de Excellence, y le dice que tiene un nombre bonito. Diane Setterfield cuchichea con Silvia Querini y yo les hago fotos. Diane Setterfield prueba el turrón. Diane Setterfield se pone la bufanda. Diane Setterfield posa para mí en los bajos del restaurante. Pelo anaranjado, bufanda anaranjada, letras de la portada anaranjadas, pared naranja en la que se apoya: todo es perfectamente armónico a su alrededor. Cinco. Me despido de Silvia Fornells y de Silvia Querini, que vuelven a la editorial. El resto de comensales, incluida la autora, ya se han marchado, y nosotras comentamos lo entrañable que ha sido el encuentro. ?Escribiré una crónica a propósito de todo esto?, les cuento, aunque vuelvo mentirles a la cara, pues lo cierto es que no sé qué escribir a propósito de todo esto. En el autobús de vuelta a casa releo las páginas de El hombre que perseguía al tiempo. Leo hacia delante y hacia atrás. Me acuerdo de la primera vez que oí hablar de Diane. Me acuerdo de la primera vez que Silvia me mostró la portada. Me acuerdo de la primera vez que tuve que escribir sobre ella para el Facebook de Lumen. Pienso también en la imprenta, en el proceso de traducción, en el diseño, en el contrato, en quién corrigió las erratas del manuscrito original, en cuántas vueltas le daría la autora a tal o cual palabra para que todo estuviera en su sitio, en cómo llegó la idea de este libro a su mente y en el momento exacto en el que comenzó a redactarlo. Hay tantas cosas detrás de un libro. Hay tantos hechos de los que no nos damos cuenta cuando viene a parar por primera vez a nuestras manos? Afortunadamente ahora sabemos un poco más de todo cuanto rodea a El hombre que perseguía al tiempo. Una autora brillante. Una editorial atenta. Unos libreros comprometidos. Un regalo (con historia) para esta Navidad.