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La propulsión eléctrica sigue avanzando tímidamente en un mercado que todavía se muestra escéptico a las posibilidades de la tecnología. Hablar de eléctricos es hablar de autonomía, de puntos de recarga y de tiempos de carga, tres aspectos que parecen no convencer al público de que el eléctrico es una buena candidatura como vehículo personal pero, ¿Y que sucede si el eléctrico se acomoda en el ámbito laboral?

 

La industria del automóvil que ha decidido apostar por el vehículo eléctrico a baterías ha comprendido que la propulsión eléctrica puede ofrecer numerosas aplicaciones, unas más válidas y otras no tanto, pero todas opciones a considerar. Así, más allá de vehículos urbanos que pretenden reinventar nuestro concepto de movilidad, se ha apostado igualmente por incluir la propulsión eléctrica en diversos sectores como el transporte de mercancías, las labores de reparto y servicios de transporte de viajeros.

 

Servicios en la gran ciudad: la apuesta eléctrica

 

Queda claro que el vehículo eléctrico a baterías demuestra todo su potencial en el ámbito más urbano, escenarios donde el denso tráfico contribuye a aumentar la contaminación atmosférica y donde el grueso de los vehículos tienen connotaciones laborales de uno u otro modo. Dejando a un lado a aquellas personas que van y regresan de su puesto de trabajo, un alto porcentaje de los participantes del tráfico son vehículos utilizados para algún tipo de desarrollo laboral donde las paradas y arranques son constantes y los trayectos rara vez superan el centenar de kilómetros.

De este modo, fijándonos en las cifras capaces de ofrecer un vehículo eléctrico a baterías, encontramos que la autonomía real no ha de suponer miedo alguno siempre y cuando cifras de 150 kilómetros por carga consigan cumplir con nuestras necesidades diarias. El grueso del transporte y servicios de reparto en ciudad bien consiguen satisfacerse con estos números de autonomía

La infraestructura de recarga y los tiempos necesarios para efectuarla, son aspectos dependientes de la empresa que apueste por el uso laboral de la propulsión eléctrica, viéndose además apoyada por la infraestructura de recarga pública en el caso de que ésta exista. El objetivo es partir de una planificación exhaustiva donde todos los vehículos de trabajo comiencen con las baterías a plena carga, más allá, entran en juego nuevas fórmulas de gestión y recarga mediante servicios externos.

Transporte público de viajeros: la otra gran alternativa

 

El transporte público, autobuses y taxis a grandes rasgos, es otro de los candidatos con mayor margen de explotación para la propulsión eléctrica. Los repetidos arranques y paradas en autobuses con recorridos de corta y media distancia, inferiores a 180 Km en total, son una escenario ideal para la apuesta por la propulsión eléctrica a baterías, más aún si se confía en sistemas de recarga inalámbrica en movimiento tal y como se están desarrollando en países como Holanda.

El Taxi, como ya hemos comentado, es un candidato muy a tener en cuenta para el impulso de la electromovilidad por su implicación en el tráfico rodado de las ciudades y por su impacto ambiental derivado de miles de kilómetros de uso. En este punto la autonomía es más determinante, pero una correcta gestión de la flota y de la infraestructura de recarga permitiría sobradamente electrificar todos los servicios de taxi dedicados al transporte de viajeros en corta y media distancia.

¿Alguien se anima a electrificar su puesto de trabajo sobre ruedas?