¿Es posible imaginar un futuro no demasiado lejano donde los accidentes sean anécdotas de un pasado? Sí, y bajo este interrogante se esconde uno de los principales objetivos de la actual industria automovilística. Imaginar el factor cero accidentes ya es posible gracias a la tecnología y su cada vez más profunda aplicación y repercusión. La idea, cómo no, reducir a la mínima expresión el factor humano que sigue acumulando casi la totalidad de las causas detrás de un siniestro de cualquier tipo y condición.
La seguridad activa vive una edad de oro que ha sido posible gracias a los múltiples avances que se han realizado en sistemas de monitorización como sensores infrarrojos, ultrasonidos, cámaras de vídeo, radar… una vertiginosa evolución de sensores y actuadores que, a su vez, ha visto como la inteligencia artificial ha avanzado de forma paralela para poder permitir que la automatización de acciones y reacciones ajenas al conductor hagan posible disfrutar de sistemas de intervención completamente autónoma.
Tecnología y seguridad: mucho más que un argumento de ventasLa prueba más inmediata de la capacidad actual de la tecnología de seguridad activa la tenemos en los sistemas de frenada de emergencia automática, una solución que permite detectar una posible colisión o atropello efectuando una frenada automática de forma completamente independiente a las órdenes del conductor. A su vez, los sistemas precolisión basados en la monitorización que emplea la frenada automática, permiten que los ocupantes del vehículo sean alertados y preparados para afrontar una colisión con el mínimo riesgo posible.
Más allá de la innumerable cantidad de sensores que son capaces de efectuar alertas de un cambio involuntario de carril o de la existencia de un vehículo en el ángulo muerto, la verdadera protagonista de estas capacidades es la inteligencia artificial que actúa y reacciona ante la información recibida.
Puede sonar demasiado optimista hablar del fin de los accidentes ante un escenario como el actual, pero la idea es conseguir un objetivo tal con cada nuevo vehículo que abandone su cadena de fabricación. La capacidad tecnológica actual cumple sobradamente con los requisitos que demanda una idea como ésta, sólo que su preparación y evaluación para enfrentarse al mundo real es mucho más complejo que su diseño. Crear una inteligencia artificial capaz de enfrentarse al mundo real es el único y verdadero escollo actual para hablar de conducción autónoma sin errores humanos.
Más seguridad, menos intervención por parte del conductorComo no podía ser de otra manera, la idea del vehículo autónomo es una de esas respuestas hacia el fin de los accidentes. La eliminación del factor humano sobre la conducción conseguiría recortar el número de accidentes a proporciones inimaginables a fecha de hoy, algo sólo posible con una auténtica revolución de automóviles, infraestructuras y conductores.
A cada nueva generación, los vehículos ofrecen una mayor capacidad para monitorizar su entorno y actuar en consecuencia. Evolución tras evolución, las tecnologías requieren de menor implicación por parte del conductor para actuar en pos de la máxima seguridad de ocupantes y peatones. Aún siendo mucho el camino que queda por recorrer, poder reconocer que es posible un futuro sin accidentes es un hito de increíble calado. No será hoy, ni mucho menos mañana, pero la idea ya no es catalogada como ciencia-ficción.