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Ricardo Bofill diseño el Centro Cultural Miguel Delibes en Valladolid como un trabajo de madurez, resultado de sus muchos años de experiencia profesional.

“Esta obra se puede hacer al cabo de mucho tiempo de trabajar. Ésta es una obra madura y no un proyecto llamativo como los que se hacen en la juventud para entrar el «star system» de la arquitectura”, declaró el arquitecto catalán Ricardo Bofill antes de la inauguración del Centro Cultural Miguel Delibes en Valladolid en el 2007.

Valladolid, capital de Castilla y León –la región más extensa de España-, es una ciudad muy histórica con un centro rico en patrimonio artístico y cultural. Sin embargo, no cuenta con muchos edificios referentes de la arquitectura contemporánea. Situada en la árida meseta castellana y de vocación austera es la única ciudad de la zona que no ha dejado de crecer en los últimos años.

Ricardo Bofill no quiso que su proyecto rompiera con la tradicional sobriedad de la ciudad, por lo que planeó un edificio vanguardista, en cuanto a sus dimensiones y funcionalidad, con una apariencia externa discreta que se adaptase al paisaje. El Centro Cultural Miguel Delibes se emplaza lejos del casco histórico de la ciudad, al lado del estadio de fútbol José Zorrilla en un barrio de reciente construcción. El entorno es seco, puesto que se trata del valle del rio Pisuerga y los únicos accidentes geográficos que sobresalen en el terreno ligeramente ondulado son dos pequeños cerros. La estampa es puramente vallisoletana.

Bofill asegura que a la hora de plantear este edificio se guio por “la sencillez, la prudencia y la racionalidad” que le han enseñado la experiencia. En el complejo priman la transparencia y la luminosidad, en un diseño que trata de alejarse de la opulencia y la exageración. Solo un muro rojizo, un color que recuerda a la tierra castellana, interfiere con las paredes de cristal, penetrando de manera perpendicular en la estructura principal. La volumetría de la cubierta la establecen las ondulaciones del techo, que parecen seguir la forma del terreno y que, en palabras de Bofill, se mueven como “ondas musicales”.

El edificio aspiraba a convertirse en una pequeña ciudad de las artes  y de intercambio a nivel internacional. Se proyectaron tres cuerpos que se ensamblan en un espacio abierto común. Estos tres espacios albergan el Conservatorio Profesional de Música, una sala de música de Cámara, el auditorio, la sala de la Orquesta Sinfónica y espacios destinados al aprendizaje de la Escuela Superior de Arte Dramático, la Escuela Profesional de Danza y el Teatro Experimental. El reconocido arquitecto estaba preocupado porque la acústica en el interior de la sala sinfónica se viera perjudica por las ingentes dimensiones del recinto, sin embargo el resultado final es “cálido y envolvente”.

Este complejo de arte y formación recibe su nombre del prestigioso escritor Miguel Delibes que dijo que “si el cielo de Castilla es alto es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo”. Esa frase define la esencia humilde y a la vez ambiciosa de Castilla y de su capital. Por tanto, la arquitectura contemporánea vallisoletana no podría ser de otra forma que austera a la vez de efectiva, es decir, de la que no eclipsa a primera vista pero que no se olvida con el paso del tiempo.

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