• Para el doctor Pedro Tormo, portavoz del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI), aunque no existe una edad predeterminada, se debería plantear los 45 años como punto de partida.

Madrid, 13 de marzo de 2013

Ese pavor y en ocasiones terror por parte del varón en revisar sus bajos urinarios, va lentamente desapareciendo con la difusión de los elementos de riesgo, la docencia de la prevención, los casos de alrededor y la naturalidad de cómo afronta la mujer sus revisiones ginecológicas.

Para el doctor Pedro Tormo, portavoz del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI), aunque no existe una edad predeterminada, se debería plantear los 45 años como punto de partida, naturalmente siempre que no haya ningún síntoma. Ni que decir tiene que si antes de esa edad aparece alguna sintomatología relacionada con el área en cuestión (dificultades miccionales, nicturia, infecciones frecuentes, intervenciones quirúrgicas que repercutan, medicamentos con efectos adversos, etc) es necesario acudir a la consulta del urólogo.

El protocolo del profesional especializado, además de reflejar el  motivo de la consulta y de los síntomas aportados por el paciente, incorpora una analítica, una flujometría, ecografía y exploración. Dependiendo de los hallazgos, se indican técnicas complementarias y hasta biopsia multidisparo y estudio de extensión, en diagnósticos de mayor enjundia.

Una buena disposición y seguridad por parte del especialista favorece no sólo la relación médico paciente sino también la garantía asistencial a nivel físico y sicológico. Las nuevas generaciones masculinas afrontarán con mayor naturalidad el acudir al urólogo con las premisas reseñadas, entendiendo como tal consulta una costumbre preventiva y saludable.

Función prostática. La próstata a lo largo de la vida del hombre tiene una participación muy activa en la vida sexual, reproductiva y hormonal. Pero a partir de ciertos momentos cronológicos, 45 o 50 años puede comenzar un crecimiento, que en la mayoría de los casos tiene carácter benigno (la llamada hipertrofia benigna prostática). De ahí la necesidad de acudir al especialista que realizará la pruebas y el diagnóstico pertinente y tomar las medidas oportunas con las revisiones periódicas, poco apetecibles pero necesarias.