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Una de las imágenes de Salvador -capital de Bahia- más reproducidas en el mundo es la del Largo do Pelourinho, “Largo” es un espacio amplio entre bocacalles, a veces ocupado por una plaza y otras no. Y Pelourinho era el tronco donde se ataba a los esclavos para su castigo.

El Pelô, como lo llaman cariñosamente, fue en sus orígenes un barrio residencial, construido en la parte alta o Cidade Alta de Salvador. Más tarde pasó por una fase de deterioro, hasta que en los 90, diez años después de ser declarado Patrimonio Histórico de la UNESCO, comenzó su revitalización. Hoy en día es la zona más turística de la capital bahiana.

Al llegar al Largo do Pelourinho, por la Ladeira do Carmo, se ve sobre la izquierda la Iglesia Nossa Senhora do Rosário dos Pretos, la única que permitía la entrada de negros; recientemente remodelada. Al frente, en la parte más alta, están los edificios más fotografiados del barrio, el amarillo es el Museu da Cidade, con obras de artistas locales, y el celeste, la Fundação Casa de Jorge Amado. La casa del célebre escritor brasileño, que publicó sus libros en 60 países, tiene una exposición permanente de documentos, fotos, libros y objetos relacionados con las memorias y el día a día del escritor, y es administrada por su mujer, Zelia Gatai.

Aunque la iluminación y vigilancia son extremas en las calles principales del Pelourinho, uno no está eximido de ser abordado por infinidad de vendedores ambulantes, comisionistas de restaurantes y los ofrecedores de las famosas cintitas o fitas de Bonfim, para la suerte, que si uno demora mucho en reaccionar, ya la tiene atada en la muñeca y deberá negociar alguna recompensa por el souvenir.

Ya sea de día o de noche, el Largo Terreiro de Jesus, donde antiguamente se llevaba a cabo el morecio de esclavos –hasta 1884, cuando la esclavitud fue abolida-, está siempre animado. Las exhibiciones de capoeira son habituales y dicen que la fuente que está en el centro de la plaza es la primera de agua potable de Brasil. Hacia el lado del mar está la Catedral Basílica, y a la vuelta, la Praça da Sé, donde fue demolida la Iglesia da Sé, entre otros edificios históricos, para que pudiera pasar el tren. Pero hoy no hay ni tren ni iglesia. Frente a la Basílica está el puestito de Acarajé da Bela, un buen lugar para probar una de las comidas más típicas de Bahia.

Cruzando la calle está el bar O Cravinho, punto de encuentro de bahianos y gringos -como llaman a los extranjeros- que se amontonan para tomar cachaça (aguardiente) en la barra. El bar, que a simple vista parece pequeño, se multiplica en diversos espacios en la parte de atrás, donde hay varios patios de comida, música en vivo –claro-, y esa atmósfera de diversión y despreocupación que caracteriza al bahiano. Si hasta tienen 10 mandamientos propios de los que se enorgullecen, el noveno dice… “Quando sentir desejo de trabalhar, sente-se e espere que ele passe” (Cuando sientas deseo de trabajar, siéntate y espera que pase).

Cerca de allí, sobre el Largo Cruzeiro de São Francisco, está emplazado uno de los mayores exponentes del estilo barroco: la Iglesia y Convento de São Francisco (1686). El interior de la iglesia está revestido por 800 kilos de oro. El tallado de ángeles, santos y figuras religiosas es impresionante. Para verlas en detalle hay que dedicarle un buen tiempo a este recinto, sin dejar de pasar por el patio del convento, decorado con azulejos lusitanos pintados a mano por el maestro Bartolomeu Antunes de Jesús.

La fuerte influencia africana en Bahia, hace que la música -principal vector de manifestación espiritual de los africanos- esté presente y se escuche en vivo en todos los rincones, restaurantes, bares, centros culturales y ruedas callejeras del centro histórico. Siempre, en cualquier horario, alguna música estará tocando en algún lugar, basta con seguir el sonido.

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