Atención ciudadano: vertederos sin control expandiéndose. Los vertederos incontrolados son un riesgo para la salud pública, un foco de contaminación para el agua y el aire, además de un cúmulo de incomodidades para la ciudadanía. Su sellado y control se ha convertido en un objetivo para las instituciones, que se han propuesto su erradicación total y la recuperación de los espacios que ocupaban, en parte, porque ya son recintos ilegales susceptibles de ser perseguidos por la ley.
Todavía proliferan zonas donde la costumbre ha creado vertederos, bien por falta de información bien por hacer uso de los territorios externos a las ciudades, sin usar, en los que se eliminaba buena parte de los residuos sólidos que producían los ciudadanos. Se habla de vertederos incontrolados sobre todo en poblaciones pequeñas y medianas. En ellos se vierte cualquier tipo de basura doméstica, escombros, restos vegetales, pilas, aparatos eléctricos y electrónicos, o cualquier otro deshecho habitual.
Estas zonas siempre han carecido, y lo siguen haciendo, de los controles mínimos sanitarios y de la perceptiva cubrición de los vertidos, circunstancias que derivan en graves impactos medioambientales, sociales y en una situación de insalubridad insostenible.
CARACTERÍSTICAS NECESARIAS
Para evitar este tipo de impacto, un vertedero debe incluir una cubierta de drenaje para filtrar los líquidos de las referidas capas. Para mejorar más la instalación de dicha cubierta, sería conveniente una cubierta exterior, por ejemplo, de gravas no compactadas rematadas con césped y diversas especies vegetales llamadas a recuperar el paisaje de la zona degradada.
Este tipo de cubrición hace que el vertedero incontrolado mude su aspecto. El hecho de recurrir a la cubrición del mismo facilita la vegetación de la zona ya restaurada. Así se logra la restauración paisajística de la superficie antes degradada con suelos estabilizados y especies de árboles autóctonas. En los taludes del depósito cerrado (si los hubiera) se podría utilizar césped.
Más tarde, posterior a los controles naturales que comprueban la calidad del sellado, su aislamiento y que la zona no vuelve a acoger residuos incontrolados, se puede decir que el vertedero en cuestión es una zona legal y que cumple con los requisitos necesarios para no contribuir a la destrucción del ecosistema. Es decir, una vez transformado el foco de vertidos ilegales, el recinto tendría unas características físicas y técnicas específicas con las medidas de seguridad pertinentes para evitar efectos nocivos y molestos.
ALTERNATIVAS: HABERLAS, HAYLAS.
Por otra parte, el hecho de construir vertederos controlados, supone resultados alternativos. Por ejemplo, la descomposición de las basuras orgánicas genera el biogás, cuya recogida y eliminación o uso es fundamental en la clausura del vertedero. Antes de las opciones para la captación de gas y aprovechamiento del mismo, se captaba y se quemaba a través de una red de antorchas nada sostenible. Para aprovechar este gas, a muchos vertederos se les propone la instalación de un sistema de captación y transformación de gases.
El sistema de captación de gases se basa en la instalación de pozos de recogida en el lecho del vertedero, si se trata de un albañal de 6 metros mínimo de profundidad, separados entre sí por una distancia de 60 metros y cubriendo la totalidad de la superficie del lugar. En caso de recintos de menor profundidad, puede resolverse la instalación mediante el tendido de tuberías perforadas horizontales, peinando toda la superficie del vertedero. De esta forma, la extracción del citado fluido se hace imprescindible para evitar explosiones.
El resultado de medidas alternativas como la descrita, que no se reduce solo a la extracción biogás, sino también de metano e hidrocarburos, se traduce en una producción energética sensible que podría abastecer de electricidad anualmente a 6.000 familias, si se gestiona adecuadamente.
PREVENCIÓN Y PROBLEMAS
Gracias a los avances legislativos y a la continua labor de concienciación sobre la necesidad de un desarrollo sostenible y compatible con el respeto medioambiental, los vertederos incontrolados empiezan a ser objeto de control y persecución. Por todo ello, en el año 2000 el Consejo de Ministros del Gobierno aprobó el Plan Nacional de Residuos Urbanos 2000-2006. Y en 2000, aprobaron el II Plan Nacional de Residuos Urbanos 2007-2015, mejorado y basado en otros aspectos que fallaban en el primero.
A día de hoy este tipo de vertederos ilegales y su aparición está perseguida. Al respecto, ya existen sentencias condenatorias que han inculpado a instituciones y a sus representantes por la creación de depósitos de residuos incontrolados.
El problema es que resulta casi imposible identificar a los autores de los depósitos ilegales. En algunos municipios son solares privados en los que el Ayuntamiento no puede entrar, de forma que la responsabilidad de mantener y velar por el solar, es de los propietarios. Estos vertederos se crean porque el ciudadano evita llegar a los puntos limpios por estar más lejos de lo que les parece adecuado. Así se dejan montañas de residuo en solares no vallados pero privados a uno o dos kilómetros de los puntos acondicionados para ello. Todo esto lo hacen para evitar pagar la tasa que requieren algunos gestores autorizados.
UNA SOLUCIÓN: LA REGLA DE ‘LAS TRES ERRES’
La sociedad occidental cada vez consume en mayor cantidad y, por ende, produce un mayor volumen de RSU, que acaban en vertederos o en infraestructuras como las incineradoras. De una u otra forma se pierden gran cantidad de materias primas que se han utilizado en la fabricación de los productos que acaban en la basura. Al tiempo, las reservas naturales de materias primas y las fuentes energéticas disminuyen mientras los costes de su extracción aumentan y son motivos de graves impactos ambientales y desequilibrios sociales. Es la cultura del usar y tirar. Según Ecologistas en Acción, cada ciudadano genera por término medio 1 kilo de basura al día.
Buena parte de éstos -el 60% del volumen y 33% del peso de la bolsa de basura-, lo constituyen envases y embalajes, en su mayoría de un sólo uso, normalmente fabricados a partir de materias primas no renovables, o que siendo renovables se están explotando a un ritmo superior al de su regeneración, como sucede en el caso de la madera para la fabricación de celulosa.
Con todo ello, parece que la única solución viable pasa por reducir la cantidad de desperdicios producidos.
Para ello, la consigna es fomentar la denominada ‘Regla de las Tres Erres’, es decir, reducir, reutilizar y reciclar. Para ello, los consumidores deben constituirse en el primer eslabón para evitar la ingente proliferación de residuos urbanos. Acciones y gestos sencillos bastarán, como la compra de productos cuya materia prima pueda ser reutilizada. Este tipo de objetos vienen identificados con el símbolo de ‘reciclable’. En este sentido conviene seguir unos hábitos:
Utilizar papel reciclado y desprenderse de todas las láminas o cartones usados en los contenedores habilitados a tal efecto. Depositar los vidrios en los contenedores verdes para facilitar su reciclaje. Evitar que las pilas acaben en vertederos, ríos o fuera de los contenedores adecuados diseminados por las ciudades. Las pilas con mercurio y las recargables se reciclan. Las alcalinas no se reciclan pero son muy contaminantes, por lo que conviene su almacenamiento o destrucción segura. Reducir el consumo de bolsas de plástico Reducir el gasto de papel de aluminio. También hay que tener en cuenta que elementos como el corcho blanco, en envases de alimentos, no se puede recuperar ni reciclar. Los residuos caseros peligrosos, como aerosoles y similares deben depositarse en contenedores especiales. Aparte de todo lo dicho, es conveniente reutilizar los objetos. .Fuente: Eroski, La voz