La catedral ha sido testigo y superviviente de la convulsa historia de Rusia
No es difícil imaginar la cara de asombro de quienes vieron por primera vez la impresionante Catedral de San Basilio, en plena Plaza Roja de Moscú. Probablemente muchos jamás habían visto nada más bello y suntuoso.
El pasado 12 de julio se cumplieron 450 años de su consagración, en el año 1561. La catedral del Manto de la Virgen, también llamada Iglesia de la Trinidad, es un templo ortodoxo que mandó construir Iván IV de Rusia (más conocido como Iván el Terrible) tras la conquista de Astrakan y Kazán. En su momento era el edificio más alto de la ciudad de Moscú y también su centro geométrico. Su actual nombre, no se debe, sin embargo a Iván el Terrible, si no al zar Fiador Ivanovich, que mandó construir la capilla a San Basilio en 1588.
La leyenda más extendida sobre esta hermosísima catedral es aquella que cuenta que el Zar mandó dejar ciego a los arquitectos que la había diseñado, Postnik Yakovlev, para evitar que se construyera ninguna obra similar a la Catedral de San Basilio. Pero tan sólo se trata de una leyenda que magnifica su grandeza, pues años después, el mismo arquitecto construyó el Kremlin de Kazán.
Sus cúpulas de bulbo son su señuelo más característico: llamativos colores y geométricas formas sobre torres de ladrillo rojo, que además del símbolo monumental ruso más reconocido, son elementos independientes y unidos entre sí. Pero su interior nos descubre mucho más: aunque desde fuera no se aprecie, la catedral es por dentro un conjunto de 9 iglesias unidas por cúpulas interiores y pasadizos estrechos, un pequeño museo y una interesante colección de pinturas desde el siglo XVI hasta principios del XX.
Hoy, gobernando la Plaza Roja de Moscú, la Catedral de San Basilio sigue maravillando y ha sido restaurado continuamente durante el siglo XX, y nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, a pesar de que en varias ocasiones estuvo a punto de ser destruida debido a la convulsa historia de Rusia.