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Alfama, pura Lisboa

Un paseo por el barrio màs auténtico de la capital lusa

Caminar por Alfama es volver la vista atrás. A 10 minutos a pie del centro más céntrico de Lisboa se encuentra el único barrio que conserva la esencia lisboeta de antaño y la estructura de la ciudad antes de que fuese devastada por el gran terremoto de 1755. Cuestas interminables, calles completamente adoquinadas, estrechos callejones con macetas y esquivos gatos y fachadas de suaves colores son su escenario. Los vecinos en las puertas sus protagonistas.

Caminando cuesta arriba desde el Tajo se llega al punto más alto de Alfama y también probablemente de Lisboa: El Castillo de San Jorge. Desde allí hay sin duda una de las mejores vistas de la ciudad y sobre todo, la mejor panorámica para ubicarlo todo, desde los barrios de oficinas hasta el límite del Tajo y el otro lado de Lisboa llamado Almada, con su Cristo Rei.

El mirador de Santa Luzía es quizá el preferido del barrio, y el mítico tranvía 28 hace parte de su recorrido por esta zona en la que también se encuentra el Museo del Fado. Tejados rojos con viejas antenas, casas en tonos claros y de nuevo el Tajo en el horizonte son evocadores a cualquier hora, pero mucho más en un atardecer o en una mañana soleada.

Mirando hacia el Oeste se puede ver la imponente cúpula del Panteón Nacional, lugar emblemático donde están enterrados los portugueses más ilustres. Su enorme cúpula blanca destaca sobre los tejados rojizos del barrio. Justo detrás se encuentra el Campo de Santa Clara, una explanada en la que martes y sábados se celebra uno de los eventos más curiosos y antiguos de Lisboa: la Feira da Ladra.

Al otro lado de Alfama, hacia el centro está la catedral de Lisboa, la Sé, que a pesar de no ser excesivamente grande y llamativa destaca por su fachada románica, su originalidad y antigüedad, ya que se trata de una de las construcciones más antiguas de la ciudad, es del siglo XII, y se construyó sobre una mezquita musulmana. Y por supuesto, en un recorrido por este histórico barrio no puede faltar la degustación de la gastronomía portuguesa: comer o cenar en un asador, o degustar un delicioso café portugués en alguna de sus terrazas.