La teoría nos dice que el cliente siempre lleva razón y, como tal, debe ser el centro de nuestra estrategia de marketing. En la práctica, en cambio, no siempre se cumple con esta premisa, dejando al cliente en un segundo plano frente a otros menesteres. Obviamente, estaríamos ante un error que, aunque parezca mentira, ocurre muy a menudo.