Los estadísticos calcularon que el visitante se detiene en un museo ante cada cuadro de diez a quince segundos. Pero, no existe regla sin exclusión. Ante el enorme lienzo del pintor ruso Alexandr Ivanov “Aparición de Jesucristo ante el pueblo”, que se expone en la Galería Tretiakov de Moscú, el espectador se olvida del tiempo. Esto se debe a que cuanto más uno contempla esta gigantesca obra pictórica, tanto más medita en el pasado y en el futuro, en la continuidad de las épocas, en el sentido de la vida y el destino del ser humano.En esos instantes, uno simplemente no puede creer que lo que esta viendo y todas las pasiones que despierta en su corazón es obra de un simple mortal. Es entonces cuando se empieza a hablar de la inmortalidad del Pintor, de su mágico arte.
Este cuadro de Ivanov está rodeado de leyendas. El pintor creó esta obra a lo largo de cási veinticinco años, habiendo hecho seiscientos esbozos preliminares.
El tema del cuadro está ligado a la historia evangélica sobre la primera aparición del Mesias ante el pueblo, que espera la realización de sus reconditos anhelos. Según el artista, esta aparición se interpreta como el encuentro de distintas personas con el Bien y la Justicia. La gente reacciona frente al encuentro en distinta forma: con desconfianza y júbilo, tímida esperanza y odio, rabia e hipocresia. Ivanov pintó toda una galería de caracteres pletóricos de vida y contradiciones espirituales. La obra de Ivanov no es un llamamiento a la sumisión, sino a la justicia, desconocida en la Rusia de los siervos y los terratenientes. Este cuadro de argumento religioso adquirió un sentido moral y filosófico y se convirtió en expresión de su época.
“Ivanov es una persona, que pertenece por sus aspiraciones al reducido numero de genios que de manera enérgica se promueven como hombres del futuro”, escribía Chernishevski. Los especialistas, al destacar hoy el talento iniguable de Ivanov, consideran su cuadro más importante como una obra maestra del arte mundial y la figura de San Juan Bautista, por su honda fuerza alegórica, se pone al mismo nivel de la Venus de Milo y la Virgen de la capilla Sixtina.
Alexandr Ivanov nació en 1806. La naturaleza le dotó de excepcionales virtudes, pero por fuerza del destino no pudo manifestarlas.
A los once años fue admitido en la Academia de Artes, pero los profesores no creian que los dibujos que presentaba eran obra del propio joven pintor. En 1827, el lienzo “San José” interpretando los sueños en la carcel…” proporcionó a Ivanov la Gran Medalla de Oro y... la amenaza de ser enviado a trabajos forzados a Siberia: en su obra vieron una asociasión sumamente desagradable para la Rusia zarista.
La sutil sensabilidad del pintor chocaba con la clamante injusticia y la arbitrariedad. Fue entonces, todavía estudiando en la Academia, cuando decidio dedicar por entero su vida al arte y luchar con el pincel por el triunfo de la justicia.
Desde al año 1830 Ivanov vivió y trabajó en Italia, donde se veía a menudo con el escritor ruso Nikolái Gógol, entonces residente en Roma, y con el escultor danés Bertel Thorvaldsen. En Italia, el pintor crea un conjunto de magníficos paisajes y multitud de esbozos inspirados en temas de la antigüedad y la Biblia. Para él “lo divino es lo humano más sublime”. No misticismo , sino una interpretación profundamente filosófica y realista de los argumentos bíblicos constituye la base de estas obras “italianas” de Ivanov.
El pintor volvió a Rusia en 1858 y falleció pocos meces después de cólera. “Hemos perdido a un gran pintor, a uno de los mejores hombres, que adornan la Tierra”-dijo entonces Chernishevski.
