Las familias, al igual que las empresas, son entidades cambiantes y complejas en las que las cosas no siempre funcionan como a todos sus miembros les gustaría. Las discusiones entre padres e hijos –especialmente durante la adolescencia de estos últimos-, las opiniones opuestas sobre la educación, sobre cómo ha de organizarse el día a día, cuáles son los derechos y obligaciones de unos y otros en ocasiones y el desequilibrio entre la vida personal y la laboral minan la convivencia en la familia -e incluso la supervivencia del propio ente social-, pero pueden resolverse con trabajo por parte de cada uno de los miembros y la ayuda de un servicio de coaching contratado específicamente para ello.
El coaching es una herramienta especialmente útil en procesos de cambio y momentos de crisis, de ahí su utilidad en una entidad tan cambiante como la familia, en el que sus miembros crecen, envejecen y van adoptando distintos roles a lo largo de la vida. Su misión es la de ayudar a sus miembros a encontrar respuestas basadas en sus propias fortalezas y lo mismo resulta útil con la llegada de los hijos que tras una ruptura o con la elección de una nueva pareja porque sirve de apoyo al cambio incluso en una entidad de tan estrechos lazos.
El coaching resulta resulta especialmente eficaz a la hora de canalizar las emociones, adaptarse a nuevas relaciones, asumir nuevos retos, aumentar el compromiso, mejorar las relaciones y superar los conflictos y bloqueos, pero no ha de esperarse del coach que asesore u oriente: el coach ofrece un espacio seguro, libre de prejuicios y críticas, un espacio en el que la propia familia es capaz de identificar sus distintas posibilidades de elección y su propia solución siempre que todos sus miembros estén dispuestos a implicarse. Dicha implicación, además, no limita el desarrollo individual de cada uno de los miembros, sino que lo posibilita a la vez que el colectivo, entre otros, gracias a las respuestas alcanzadas a través de preguntas y el desarrollo de una escucha activa. Se favorece el desarrollo de habilidades desde las que ser capaces y resultar hábiles a la hora de procurar una mejora en la calidad de las relaciones.
Así, una vez obtenido el resultado deseado y finalizado el proceso, es cuando el sistema recupera su equilibrio, los vínculos familiares se muestran sanos y reconstruidos, así como fortalecidos, puesto que la familia vuelve a convertirse en ese círculo que –perfecto o no- se alimenta de las fortalezas de cada uno de sus miembros.
Para que cada familia pueda escoger el servicio de coaching más adecuado a sus necesidades, desde ICF España, la filial española de la International Coach Federation (ICF), recomiendan optar por un coach certificado como ACC (Associate Certified Coach), PCC (Professional Certified Coach) o MCC (Master Certified Coach) por ICF –certificaciones que pueden verificarse digitalmente en tiempo real- y que garantizan el ejercicio de un coaching profesional de calidad.
Cris Moltó, presidenta de ICF, señala la necesidad de atender a la vigencia de estas certificaciones como la mejor muestra del crecimiento constante y continuado por parte de los profesionales en curso: “Tienen una validez de tres años y para renovarlas los coaches han de acreditar una formación continua durante dicho período, lo que garantiza su permanente renovación profesional. Son además, garantía de manejo de competencias, de experiencia y de respeto a un código ético”.