Santa María del Fiore, catedral de Florencia, es una de las iglesias más grandes de Italia; hasta la era moderna la más grande del mundo, superada en tamaño solo por el Panteón de Roma. Siguiendo un proyecto de Arnolfo de Cambio la construcción del Duomo se inició en el 1296. Las obras se dieron por finalizadas con la realización de la cúpula de Brunelleschi en 1436.
El complejo de la catedral incluye el Baptisterio y el Campanario de Giotto, separados de la basílica por tradición italiana. Los tres edificios están considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La grandiosa cúpula, con sus 114 metros de altura exterior y 45,6 metros de ancho, se erige como el símbolo más reconocible de la capital de la Toscana y la obra de referencia del arquitecto, escultor y orfebre florentino Filippo Brunelleschi.
Este fenómeno arquitectónico de estilo renacentista e inabarcables dimensiones fue motivo de controversia en la época. Hasta entonces, sobre la catedral reinaba la cúpula de madera de Arnolfo di Cambio. Florencia en aquella época era una ciudad recientemente enriquecida que quería exhibir su importancia en la región compitiendo en espectacularidad con las catedrales de Pisa y Siena. Por ello, en 1919 se convoca un concurso para buscar el arquitecto idóneo que presentase el proyecto más majestuoso posible, solucionando todas la problemática técnica que conllevaba la edificación. En 1425 se inició la construcción de la bóveda.
Los conocimientos matemáticos y científicos de Brunelleschi le llevaron al descubrimiento de la perspectiva cónica y, en consecuencia, a conseguir hacerse cargo del diseño. No obstante, antes tuvo que competir duramente contra los numerosos artistas italianos que se presentaron al certamen, entre ellos, su principal rival Lorenzo Ghiberti. Este último talló los bajorrelieves de las puertas del Baptisterio. Brunelleschi venció por poco, y comenzaron las obras de su arriesgado plan inspirado en el del Panteón de Roma.
El ingenio del artista permitió que la bóveda fuera construida siguiendo el diseño octogonal de doble-emparedado que hacía posible llevar a cabo la construcción sin utilizar andamios. Brunelleschi guardó con celo muchos de los trucos de los que se valió para alzar la construcción más representativa del Quattrocento italiano. El arquitecto italiano Massimo Ricci explica que “despistar” fue un rasgo típico de la personalidad del artista renacentista.
Santa María del Fiore es también una obra maestra del gótico. La parte exterior de la basílica está recubierta de paneles de mármol de diversos colores y formas al estilo toscano. El suelo está también recubierto de mármol y el interior de la cúpula, decorado con los frescos del juicio final de Giorgio Vasari.
El Duomo de Florencia es, en todo su conjunto, una obra culmen del fin del gótico medieval y la recién adquirida confianza renacentista, que continúa deslumbrando a sus miles de visitantes a día de hoy.